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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Un Cartarescu ácido en el mundo de las letras

Ya sea cuando sospecha ser víctima de un ataque con ántrax, o cuando se ve envuelto en un infernal viaje a Francia junto a una docena de escritores, o incluso cuando evoca las primeras lanzas rotas muchos años atrás, Cartarescu hace del material de la memoria el punto de partida de una aventura siempre magna y siempre impredecible.

Seguro que los lectores del rumano Cartarescu (1956), el jefe de filas de la llamada «generación de los vaqueros», han descubierto ya Las bellas extranjeras. Habrán comprobado, pues, que sus páginas no están pobladas por los entes mitad oníricos mitad reales de Nostalgia (Impedimenta, 2012). Pero también se habrán sorprendido al descubrir que el Cartarescu de tinte autobiográfico que late en las tres narraciones de Las bellas extranjeras sigue envuelto en una peculiar nube, revestida aquí con colores del humor más descarnado. Rumanía, la de estos días y la de Ceaucescu, es, junto a la tribu literaria, el sujeto que el autor despliega en la mesa de operaciones para gratificarnos con su manejo del escalpelo. Ya sea cuando sospecha ser víctima de un ataque con ántrax, o cuando se ve envuelto en un infernal viaje a Francia junto a una docena de escritores, o incluso cuando evoca las primeras lanzas rotas muchos años atrás, Cartarescu hace del material de la memoria el punto de partida de una aventura siempre magna y siempre impredecible.