Fue el primero en escribir sobre ella. Lo hace en su novela Heinrich von Ofterdingen, en la que el protagonista de la historia, el joven Heinrich, tras el encuentro con un extraño, sueña que camina por un paraje misterioso y entra en una cueva que contiene una brillante flor azul, rodeada de cientos de flores de diversos colores. Heinrich solo tiene ojos para la flor azul, a la que contempla lleno de ternura. En el símbolo de la flor azul no solamente se aúnan la naturaleza, el hombre y el espíritu humano, sino que representa además el afán por el conocimiento de la naturaleza y consecuentemente, de uno mismo. La flor azul es el sentido de la vida, la justificación de nuestra existencia. El rosebud -salvando las distancias, pero no la intención- de Welles. El hallazgo imposible.
La escritora británica Penelope Fitzgerald se ha atrevido a narrar la vida de Friedrich von Hardenberg -Novalis, para la historia de la literatura-, centrándose en el amor sublime y arrebatado que éste sintió por Sophie von Kühn y que le embarcó en una relación contra corriente, no sólo debido a la extrema juventud de la muchacha, sino también a su pertenencia a una familia burguesa sin parentesco con la nobleza. La obra, que viene avalada con el National Book Critics Circle Award, ya fue publicada en España por Mondadori en los pasados noventa, pero ahora ha sido rescatada, reeditada y remozada -nótese la majestuosa portada- con cargo a Impedimenta. Mantiene sabiamente esta edición la impecable traducción de Fernando Borrajo.
Junto con Holderlin, Kleist y Goethe, Novalis forma parte del selecto círculo de escritores del XVIII alemán que a mí más me atraen, me gustan y me interesan (estos verbos no son sinónimos, ojo). ¿Cómo no voy a sentir, por tanto, devoción por esta novela, contenida y exquisita, que fagocité en un solo día en un manoseado ejemplar de la biblioteca? Recuerdo que a la mañana siguiente era tal mi curiosidad por el personaje, que volví a la biblioteca en busca de más libros sobre él, y me llevé a casa la exhaustiva biografía que Antonio Pau publicó con el título Novalis, la nostalgia de lo invisible. Ambas obras, la de Fitzgerald y la de Pau, sirvieron para prender definitivamente mi simpatía por el autor de los Himnos a la noche. Su temprana muerte -escasos días antes de cumplir los veintinueve años de edad- fue esencial para construir el mito romántico del poeta que en buena medida él ha pasado a representar. Tanto en su persona como en su obra, Novalis poseía las características que el espíritu de su época, y más exactamente la cultura alemana de ese momento, necesitaban para ofrecer una figura opuesta al razonado clasicismo de Goethe y la Enciclopedia francesa.
En la desolación que le produce la muerte de Sophie, el gran amor de su vida, con solo quince años, el poeta escribe:
¿Qué es lo que nos retiene aún aquí?
Ya reposan quienes tanto amamos;
en su tumba termina nuestra vida.
Miedo y dolor invaden ahora el alma.
No hay nada más que buscar.
El corazón está lleno; el mundo, vacío.
Fecundo en símbolos, enigmático, Novalis, es una especie de místico, un buscador de luz entra las sombras. Así lo vio Georg Trakl (otra vida breve, del siguiente siglo), que tiene un poema póstumo dedicado a él y que dice así: «Flor azul / su canto vive aún en la casa nocturna del dolor».
En La flor azul, Fitzgerald transmite con mirada contemporánea la vida palpitante de una persona que va detrás de sí, que se busca incansablemente. El entorno social y cultural de la Alemania en que vivió Novalis se presenta magistralmente a los ojos del lector (aprendan los autores de novela histórica).
Ustedes que no son tontos -ni lo parecen- deberían no pasar por alto esta maravilla de libro.