Pero Sofía falleció con quince años a causa de la tuberculosis (la misma enfermedad que causó la muerte del poeta cinco años después). Este hecho abrió las puertas de Novalis a la poesía, por la idealización de la amada, que fue para él símbolo sublime del amor junto con Jesucristo.
Penelope Fitzgerald (1916-2000), de soltera Knox, de una familia inglesa de intelectuales, rememora aquellos sucesos de la vida del genio alemán de un modo muy acertado. La novela se estructura en capítulos breves y, aunque no se sigue un orden lineal, pues abundan los saltos en el tiem po, se lee con facilidad y amenidad ya que, conforme se avanza en la lectura, se va componiendo un inteligente retablo lleno de humanidad y de colorido. Contribuye a esto la abundancia de personajes que desfilan por La flor azul: los de las familias de Friedrich y de Sofía, ambas numerosas y con modos de ser muy distintos, y otros que se relacionan con ellos (parientes más lejanos, vecinos, profesores…). En breves pinceladas, la autora consigue que todos resulten interesantes, de carne y hueso.
Hay un fuerte contraste entre el idealismo del poeta y la realidad cotidiana de Sajonia. Son magníficas las descripciones de costumbres con toques de ironía: la colada con la que se inicia la novela, comidas, el trabajo de los médicos que atienden a Sofía… Además, esta es una niña muy normal, a la que le gusta reírse, bailar, comer patatas, que no acaba de entender a Novalis, que la identifica con la sabiduría.
Con esta novela, cuyo título está sacado de un texto en prosa de Novalis y fue publicada en 1995, Penelope Fitzgerald obtuvo el National Book Critics Award y, además, fue el Libro del Año en el Reino Unido. La buena traducción de Fernando Borrajo y la cuidada edición son un acierto. En la misma editorial se han publicado de esta autora La librería, El inicio de la primavera e Inocencia. Luis Ramoneda.