Las palabras son sin duda emoción. Y la emoción fue, a mi parecer, el sentimiento dominante en la presentación de La flor azul, la última novela de Penelope Fitzgerald, que tuvo lugar el pasado 20 de marzo en la mítica Librería Alberti de Madrid.
Mucha emoción y orgullo en las palabras de Enrique Redel, editor de Impedimenta, quien calificaba a la escritora como una de las autoras fetiche de la editorial. Emoción y sentimiento en las palabras de Pilar Adón, también editora y traductora de dos de los libros de la británica y, sobre todo, emoción e inmenso cariño en las palabras de Terence Dooley, albacea de la obra de la escritora y también su yerno.
El silencio de «La Alberti» se llenó de las emocionadas palabras de Terence, que recordó la extraordinaria mujer que fue Penelope Fitzgerald en su faceta de esposa y madre, y nos contó cómo esta maravillosa escritora se entregó en cuerpo y alma a su vida familiar antes de volcarse en la literatura, algo que hizo muy tardíamente, a los 58 años.
«El milagro para ella fue poder escribir después de esperar durante tantos años. Era una mujer muy moral que quería ocuparse de su marido y de sus hijos y no podía dedicarle mucho tiempo a la literatura… -recordaba Ternece-. Fue muy modesta, pero le llenó de satisfacción que la gente leyera sus libros y entendiera qué quería decir con ellos».
Tras varios trabajos de carácter más autobiográfico, como La Librería (novela de la que Isabel Coixet está preparando una película), llegó La flor azul, su gran libro de consagración, ganador del National Book Critics Circle Awardard.
«Se trata de una obra de culto para los poetas, el libro de un genio (Penelope) sobre un genio (Novalis) -explicaba Pilar-, Penelope era una persona tremendamente culta, que investigó de manera obsesiva sobre Novalis, tanto que hasta quiso aprender alemán para escribir esta biografía novelada; porque La flor azul es mucho más que una biografía, es una obra muy contemporánea, casi fragmentaria, compuesta por 55 capítulos muy breves con pensamientos, temas históricos, etc».
El amor de Novalis por la pequeña Sophie, su musa, «su sabiduría», impregna todas las páginas del libro culmen de Penelope Fitzgerald. Un amor que también impregna a su yerno y a sus editores. Un amor que nos llega al corazón y nos hace sentir. Nos emociona.
Por Patricia Magaña