Pocos países han dado una caterva tan prolífica y alucinante de escritores malditos como Francia. Pero no solo malditos, sino también brillantes como una nova a punto de estallar y convertirse en oscuro agujero negro. Entre los más oscuros se encuentran, sin duda, aquellos que en el siglo pasado estuvieron ligados, de una u otra forma, al colaboracionismo durante la Segunda Guerra Mundial. Convertidos en poco menos que leprosos durante muchos años, la crítica literaria les ha ido rescatando y poniendo en su lugar como escritores, elevándolos a veces hasta cumbres indiscutibles del genio como en el caso de Céline o Drieu La Rochelle.
Pero aún queda trabajo por hacer, como la edición que Impedimenta nos ofrece, exquisitamente traducida y presentada por Eduardo Berti, de Tres crímenes rituales de Marcel Johandeu, demuestra claramente. Johandeau (1888-1979), no contento solo con ser antisemita y simpatizante del gobierno de Pétain, era también homosexual, católico atormentado y suicida frustrado. Pero, sobre todo, era un delicado estilista de cuya excelencia literaria es buena muestra este librito, crónica de tres famosos crímenes de la Francia de posguerra, cuyas características dramáticas, morbosas y crueles dan pie a su autor a servirnos como guía en un viaje metafísico a las raíces del mal humano… Tan humano que puede llegar a ser satánico.
Una exquisita prueba de cómo la crónica negra consigue elevarse a veces al más sofisticado rango literario, evocando sombras de Poe, Sade o Huysmans, con una prosa lúcida, evocadora y precisa como pocas. Una joya ensangrentada, que nos hace desear la pronta traducción de nuevas obras de Jouhandeau.
Por Jesús Palacios