Pese a ser un autor de gran popularidad en la Francia del siglo XX, Marcel Henri Jouhandeau es hoy un desconocido entre los lectores españoles y, en buena medida, también entre los europeos. Con una obra vasta que se inicia en plenas vanguardias, en 1921 con La jeneusse de Théophile y que se extiende hasta 1974, pocos años antes de su muerte, Jouhandeau se consagró como maestro de la novela, el relato corto y la crónica periodística, en especial la de tipo criminal, de la que dio muestras de un inmenso talento. Su condición de apestado, por antisemita (en 1938 escribió una sátira antijudía, Le Péril Juif /El peligro judío y fue delator del escritor Max Jacob) y colaboracionista con los nazis, homosexual (o bisexual) renegado por ser hombre casado, misógino (aunque él lo negase), místico católico sui géneris, polemista y ajeno a todo grupo de poder, le granjeó las enemistades de tirios y troyanos, atacado por comunistas, socialistas y católicos fervorosos de conservadurismo a ultranza. Por casi todos.
Pero la literatura no juzga a los hombres -de hecho no juzga- sino a sus obras, a sus libros en la posteridad. Y la literatura de Jouhandeau se defiende por sí misma. Desde hace algo más de un lustro Editorial Impedimenta viene rescatando del olvido grandes novelas y relatos, ora europeos, ora norteamericanos, que por motivos ajenos a su (alta) calidad literaria, permanecían ignotos para el lector medio español. Una primera muestra de la capacidad de atrapar al lector es este Trois crimes rituels (1962) que recoge tres casos reales que conmocionaron a la Francia de mediados de la década de 1950, y que por su ambientación rural, verismo y trama cruel me han recordado la novela de Fred Vargas El ejército furioso.
A medio camino del ensayo, la crónica periodística y el relato corto criminal, Jouhandeau, consigue atraparnos desde la primera a la última línea ( y no caemos, diciéndolo, en el lugar común) y logra que el lector interiorice perfectamente sus asesinatos, la brutalidad de sus salvajes actos criminales y la singularidad de los mismos (en especial el del cura de Uruffe). Los tres relatos son:
– El crimen de Denise Labbé, quien mata a su hija a causa del amor que profesa a su novio.
– El proceso del doctor Évenou, un personaje diabólico que asesina a su mujer valiéndose de su sirvienta, Simone Deschamps, tras poner en escena una especie de ritual macabro.
– El crimen del cura de Uruffe, un hombre atrapado y vencido por sus pasiones y fantasmas, quien, tras matar de un tiro a su amante, le abre el vientre y desfigura al hijo que esta llevaba en su seno.
Un libro que está a la altura del mejor André Gide o Georges Simenon y al que el único «pero» que se le puede poner es su brevedad, pues sin ser un defecto, hace que uno se quede con ganas de saber más de esos casos, de profundizar en ellos.
El libro incluye también una valiosa y necesaria introducción contextualizadora del bonaerense Eduardo Berti, responsable asimismo de una impecable traducción del francés.
Diego Moldes González