cabecera 1080x140

Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Jardín inglés – Málaga Hoy – «El mundo según Mark», de Penelope Lively

Resulta difícil hallar una literatura tan encantadoramente británica como la de Penelope Lively. El mundo según Mark es la prueba.

Penelope Lively (El Cairo, 1933) ama los jardines. Vive acuartelada en una casita del suburbio londinense de Islington, donde, aparte de atender las múltiples obligaciones de su profesión de escritora (sigue redactando prólogos y armando antologías como si no le quedara otra cosa que hacer en la vida), prodiga cuidados a las mimosas y los gladiolos que atosigan su ventana desde el lado que da a la valla, y, tras una profusión de tallos, bulbos, fragancias y colores, también a la calle. Una de las últimas novedades que ha dado a la imprenta (2017) se llama Life in the garden (aquí en España Vida en el jardín, Impedimenta, 2019), y repasa cómo su existencia, desde la idílica niñez en los callizos egipcios, pasando por sus desilusiones tras el regreso a las islas y su existencia de abnegada ama de casa, antes del sacerdocio de la literatura, ha estado siempre ligada a un jardín, cualquier jardín. Es natural, también, que el jardín, ese retiro del mundanal ruido donde los personajes pueden reclamar una cuota de tranquilidad, un hueco para recapacitar o recomponer el arduo rompecabezas de sus vidas de papel, ocupe un lugar prominente en la novela de la que hablamos hoy, According to Mark, en español, en una traducción de resonancias irvinguianas, El mundo según Mark.

Aunque presentada sólo ahora al público español, se trata de la segunda incursión de su autora en el orbe de la literatura adulta, que tuvo lugar en 1984. Penelope Lively, a la que The Guardian y otras cabeceras británicas llevan décadas dedicando contundentes páginas de entrevistas y retrospectivas, suele posar en sus apariciones en el saloncito de casa, entre espejos de cierto aire colonial donde se reflejan la porcelana y los libros; es una señora muy anglosajona, lo mismo que sus historias, que observa con una severa mirada de metal azul mientras permite que un fondo de té se le enfríe sobre el regazo. A pesar de su práctico anonimato en nuestro país, se ha curtido casi en todas las variantes que tolera el multiforme oficio de la literatura: más de veinte títulos para niños, diecisiete novelas sin edad prefijada, cinco libros de relatos, cinco de memorias y una introducción a la historia del paisajismo dan fe de su admirable denuedo al respecto. Lively es esa cosa gozosa que sólo se encuentra en Europa o Estados Unidos y que tan exótico (y envidiable) nos resulta más cerca de África: una profesional de la escritura. Amén de con su pluma (o las teclas del ordenador), ha ejercitado su dominio de las letras en profusos viajes para el British Council, el Instituto Cervantes de ellos, ofreciendo talleres y conferencias por las cinco partes del globo hasta el hartazgo. Ahora, dice, no quiere ver Heathrow ni de lejos.

—Luis Manuel Ruiz, Málaga Hoy.