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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

‘El inicio de la primavera’, de Penelope Fitzgerald

Escritora madura, con sutil humor británico, agudeza e ingenio.

En ocasiones los mejores frutos tardan en madurar, pero cuando podemos saborearlos entendemos que el tiempo de espera ha merecido la pena. Este es el caso de Penelope Fitzgerald, escritora tardía que publicó su primera novela cuando tenía sesenta años, y ésta que reseño ahora con sesenta y dos. Ello se nota en la madurez, el sutil humor británico, la agudeza e ingenio de los diálogos de sus personajes y la gran variedad de imágenes con las que consigue trasladarnos a un entorno romántico y evocador como es la Rusia pre-revolucionaria de 1913 en el seno de una comunidad británica de Moscú.

Los amantes del misterio están de enhorabuena, pues estamos ante una novela en la que se nos propone la resolución de un misterio que se nos presenta desde el inicio de la misma, y que nos acompañará como una sombra hasta que lleguemos a su desenlace, pero no es una novela detectivesca o de misterio al uso, pues aunque el misterio vertebra su desarrollo, Fitzgerald logra que pronto dejemos de lado la intriga y nos dejemos llevar por el torrente de extravagantes personajes sin aparente conexión entre sí, las imágenes de una Rusia en la que se enfrentaban los deseos de mantener el status quo y las demandas de cambio de gran parte de los rusos que deseaban acabar con un estado descrito sutilmente como corrupto, opresor y a menudo excesivamente regulador de la vida de sus ciudadanos.

Frank, el protagonista de la novela, debe hacer frente a un hecho que ha irrumpido en su vida como un golpe seco y duro. Su esposa, Nelly ha desaparecido de su vida sin dejar rastro ni dar señales de su propósito, dejándole con sus tres hijos y su negocio, una imprenta, en un país extranjero, Rusia. Por si esto no fuera suficiente, todo su entorno vuelve los ojos hacia él, expectante ante la reacción de éste y las decisiones que pueda tomar, pues de él dependen no sólo sus hijos, sino todos los trabajadores de su imprenta. Frank reunirá el valor necesario para seguir adelante, mientras trata de poner orden a su vida y de resolver la desaparición de su mujer, lidiando con los extravagantes personajes que pasan por su vida, a los que debemos prestar atención ante las pistas que pudieran darnos para averiguar que ha sido de Nelly. Si desea saber si logrará resolver este misterio o no, deberá esperar a finalizar la novela, mientras disfruta del estilo literario sobrio y conciso, jalonado de un fino humor irónico que pone la guinda a esta historia.

Leyendo a esta novela uno se siente cómodo, se deja llevar por las imágenes que recrean la vida de Frank, se extraña ante las respuestas de unos niños demasiado maduros para su edad, que suponen el contrapeso a la incertidumbre de su padre, las manías de la caterva de personajes que aparecen en la novela y que escoden sorpresas que supone un giro dentro de la misma que nos mantienen siempre alerta y ante todo, empatizas con su protagonista, Frank, a quien acabas deseando que consiga solucionar sus problemas y llegue a ser feliz.

Novela burlesca y profunda por momentos, con asombrosos golpes de efecto, un soplo de aire fresco, que lanza un mensaje claro de esperanza en el futuro y de superación de las adversidades, pues como nos muestra Fitzgerald, incluso después de un invierno tan crudo como el ruso, siempre nos espera el inicio de una nueva primavera.

Por Rubén J. Olivares.