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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Catálogo de cosas extrañas – El Diario Bilbao Pérgola – «Reinas del abismo», de AA. VV.

Leonora Carrington (1917-2011) fue expulsada de varios colegios, se fugó muy pronto de la estricta tutela paterna y se fue a vivir con un pintor surrealista que, cuando se exilió en Estados Unidos, se olvidó de llevarla consigo; en España la internaron en un psiquiátrico o pero ella logró huir y largarse a América, donde labraría su carrera de pintora y escritora. Mucho antes de que Carrington viniera al mundo, nació Jessie Douglas Kerruish (1881-1949), que era sorda de nacimiento y que, aunque provenía de buena familia, fue durante mucho tiempo la, digamos, criada de su familia (compuesta por su madre viuda y su hermana modista); sus labores no le impidieron escribir y hacerse con un premio que, en su época, le reportó un verdadero dineral. Años antes, Edith Nesbit (1858-1924), que sería recordada sobre todo por sus libros infantiles, fue carne de es- cándalo por casarse embarazada de siete meses con un hombre que tenía hijos ya con otras mujeres… y que le metió en casa a otra joven embarazada cuyo hijo Nesbit terminaría adoptando —y tuvo tiempo para tener otro par, escribir un montón y ser miembro fundador de la Sociedad Fabiana—. Aun más atrás en el tiempo, la de Mary Elizabeth Braddon (1835-1915) es otra vida que habla de dificultades variadas: su padre era un crápula que se largó cuando ella era niña, su madre se convirtió en cabeza de familia y se empeñó en educar bien a la chica, pero la falta de dinero hizo que se hiciera actriz muy joven y fuera de pueblo en pueblo para ganarse las alubias; como en las mejores novelas góticas, vivió con un hombre haciéndose pasar por su esposa… porque la verdadera estaba internada en un manicomio. Y tuvieron un puñado de niños mientras ella era ya novelista y editora.

No todas las Reinas del abismo (Impedimenta) lo tuvieron tan difícil, pero sí unas cuantas. Lo que las une en este volumen es que escribieron cuentos fantasmales, poblados de vampiros, espíritus y todo tipo de presencias, o de situación que sin hacer referencia a ningún ente concreto crean atmósferas muy muy extrañas. Contribuyeron con sus cuentos a las revistas literarias del género, que a finales de siglo XIX y comienzos del XX eran lo más (había una fiebre por lo sobrenatural) y a publicaciones de todo tipo, algunas de ellas con muchos títulos, hechas unas reinas de los Weird Tales. Y las hubo que con siguieron éxitos que nadie podría poner en duda ni en su época ni en esta, aunque sus nombres hayan caído en el olvido durante décadas en muchos casos: la novela El huésped, de Marie Belloc Lowndes (1868-1947), fue llevada al cine por Hitchcock, y también tuvieron reflejo en la gran pantalla algunas de las obras de Alicia Ramsey (1864-1933). Y para huella en el imaginario popular, la que dejó Marie Corelli (1855-1924), hija ilegítima de un poeta y su sirvienta, plenamente convencida de que era la reencarnación de Shakespeare. Corelli fue quien creó y difundió la famosa maldición del faraón tras el descubrimiento de la tumba de Tutankamón. Si eso no es saber contar una historia…

En Reinas del abismo se recopilan cuentos desde 1888 —Una revelación, de Braddon—, hasta 1943 —El séptimo caballo, de Carrington—, pasando por todas las tendencias en lo sobrenatural de los distintos periodos en dieciséis piezas. Un catálogo de miedos en el que hay sitio para el humor y hasta para la ternura, como en Los indeseados, de Mary Elizabeth Counselman, todo un hallazgo.

—E. S., El Diario Bilbao Pérgola.