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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Reseña: «Travesti de Mircea Cărtărescu», de Edmond Baudoin – El Norte de Castilla

Aquí la novela la conocemos como Lulú. En Francia, es lo primero que nos advierte Baudoin, el dibujante, el adaptador, quizás el recreador, o traductor –cualquiera de las categorías vale, pero solo la de dibujante es precisa– también. Travesti el título que la obra lleva en su lenguaje natal, el rumano. También el título que Baudoin ha decido dar a su adaptación, traducción, recreación, al cómic. Es la primera de una de las decisiones que lo apartan, mínimamente, del texto original, tal y como se conoce en Francia y se conoce aquí.

Seguramente, muchos comentaristas de este cómic se vean tentados por la palabra metaliteratura, que es una palabra rimbombante y feúca, para definir un no se sabe bien qué, una especie de juego de referencias, y autorreferencias que, por otra parte, nunca, o casi nunca, han sido ajenas al arte de escribir –una de las cosas, quizás, que Hofstadter llama bucles extraños, creo que ya hablé de ellos hablando precisamente de Cărtărescu. Pero este bucle tiene un nombre y unas implicaciones que a uno le resultan casi desagradables, poco atractivas…–. Yo mismo, ya ven, he caído en el palabro, porque, desde cierto punto de vista, este cómic es muy metaliterario. Tanto como lo pueda ser este artículo, o comentar la última novela leída con un amigo.

Pero no por ese juego, acaso manido, del autor –autores de hecho: tanto Cărtărescucomo el propio Baudoin caminan por las viñetas– dentro de la propia obra, sino porque el ‘Travesti’ de Baudoin, más que una adaptación es una lectura. O el comentario de una lectura, la Baudoin, que cita ampliamente, apenas opinando,
el texto. En Travesti vemos la lectura que Baudoin hizo de la obra de Cărtărescu, su experiencia con Lulú. Por eso a veces aparece él, en Bucarest, o en otros lugares de Rumanía, hablando con Mircea, preguntándole… No tengo muy claro que las respuestas de Cărtărescu, no sé si reales, un tanto crípticas, tienen o no importancia en el resultado final. Uno, como le ocurre con toda palabra de un autor sobre su obra, desconfía de ellas. Siente que esas declaraciones son un poco como los sutras budistas. Los sutras, insisten los budistas, no son la verdad, si no la verdad tal y como la vivió el Buda. No tiene por qué coincidir con la forma en que tú la vives. Un dedo que apunta a la luna es la metáfora habitual. Es un error mirar el dedo. Hay que mirar la luna. Eventualmente saltar a la luna, por tus propios medios.

Si bien las palabras de una autor sobre su texto pueden enriquecerlo, también pueden distraernos de nuestra propia experiencia del texto. Lo único que podemos hacer con ellas es tomarlas y escucharlas como la experiencia que tiene el autor del texto. Porque, a fin de cuentas, el autor no es más que el primer lector del texto. Podemos comparar su experiencia con la nuestra. Eso, es, creo, lo que hace el Baudoin dibujado al hablar con el Cărtărescu dibujado. Al mismo tiempo, nos ofrece su experiencia de Lulú. Nos invita, en el caso de que hayamos leído la novela, a comparar su lectura con la nuestra.

Lo hace en viñetas. Siendo Cărtărescu un prosista que favorece la imagen –la visión, un contador de visiones– resulta apropiado. La visión de Baudoin es fascinante. Como cómic, magistral. Le trae recuerdos a uno de aquella adaptación de Breccia de Informe sobre ciegos, con algo de Crepax, o de aquel ‘Poema en viñetas’ de Buzzati.

—Ciro García, El Norte de Castilla.