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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Reseña: «Tienes que mirar», de Anna Starobinets – La Voz de Galicia

Ha quedado claro que no hay nada mejor que la realidad para retratar el horror. No hace falta recurrir a la fantasía. Lo sabían Varlam Shalámov, Primo Levi e incluso Kafka. Y lo sabe la narradora rusa Anna Starobinets (Moscú, 1978), de quien el sello Impedimenta acaba de publicar en castellano su novela Tienes que mirar (2017). Tanto es el apego que esta obra tiene a la realidad, a lo vivido, que la autora admite que ha tenido serias dudas sobre la conveniencia de escribir un libro, que, afirma, es «demasiado personal, demasiado real», hasta el punto, insiste, de que «no es literatura». Starobinets, de quien se habla como «la Stephen King rusa», ha entregado su texto más terrible precisamente cuando, de alguna manera, más se ha pegado al verismo, erigiéndose ella misma en «protagonista de un cuento de terror». Esta novela se levanta sobre su propia experiencia, la de una mujer preñada a la que de repente los especialistas anuncian que el hijo que espera no vivirá. El infierno íntimo inicial, con la decisión familiar en el eje, explota en un humillante peregrinar por las instituciones sanitarias en un intento infructuoso de poner fin a tanto dolor —con la interrupción del embarazo por impecables razones médicas— y minimizar al máximo el daño. Un viaje que a no pocas madres sonará tan exóticamente lejano como debiera —sí, en este país se da a veces este injusto maltrato—. Finalmente, Starobinets recurre a la civilizada Alemania. A este castigo innecesario a quien ya lo está pasando muy mal, y que se ve impotente para resolver sus problemas, se sumará el camino de duelo y superación. La autora aguarda que al menos el relato de esta lacerante odisea personal sirva para que el sistema corrija sus errores hacia una mayor humanidad. Pero esto no le ha ahorrado duros reproches en Rusia, donde el poder de decisión de la mujer sobre su cuerpo es todavía un tabú por dejar atrás.

—H. J. P., La Voz de Galicia