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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«El unicornio», de Murdoch

Una muchacha, todavía joven y soltera, viaja hasta un remoto castillo para trabajar de institutriz de una persona desconocida. Cuando llega allí se hace amiga de su discípula, Hannah, la dama del castillo, un ser ambiguo y fascinante alrededor del cual se mueven criados, ayas y mayordomos que parecen no tener otra misión en la vida que complacerla.

Sin embargo, poco a poco, la institutriz va a ir descubriendo que ese paraíso cerrado es en realidad una jaula de oro. Tras la constelación de relaciones que rige la mansión, se esconde un misterio que habrá que desvelar.

Con este planteamiento pareciera que este libro es un pastiche de novela gótica inglesa del siglo XIX con algún que otro recuerdo de Jane Eyre. Ciertamente Iris Murdoch actualiza el género, aportándole un toque más inquietante. Desde el inicio, la soberbia descripción inicial del castillo de Gaze, enmarcado en una costa desolada y lejana de Irlanda, nos sitúa en una atmósfera hermosa y perturbadora. A diferencia de las novelas del siglo XIX, todo es mucho más ambivalente y difícil de juzgar. La protagonista, la joven Marian, intenta salvar a su amiga Hannah de la extraña red protectora en que se halla, pero es dudoso que sus intentos sean la mejor solución. Hay también un galán por medio que vive en la única mansión cercana, pero tampoco él es ningún prodigio de lucidez. Los criados que en apariencia son leales hacia Hannah esconden razones turbias para seguir donde están. Como en una vieja comedia de enredo puesta al día, entre unos y otros se van realizando constantes intercambios parejas sin que la homosexualidad sea un freno para unos cuantos. Todo transcurre en un ambiente tan selecto como enfermizo. Algunos debates filosóficos sobre la naturaleza del amor refuerzan el carácter intelectualista y sofisticado de la novela.

El unicornio no es quizá la mejor obra de Iris Murdoch (Dublín, 1919-1999), como pueden serlo Bajo la red o Henry y Catho. Quizá muestra demasiado a las claras su carácter de ejercicio literario. Muchos guiños a la literatura inglesa complacerán sin duda a una determinada clase de lectores, pero a otros es posible que les desconcierten unos personajes que sólo se entienden desde la mirada filosófica de la autora. Sin embargo, la novela contiene todas las virtudes literarias de Murdoch en la fuerza emotiva de algunas escenas o en la estructura sorprendente con que se va contando la historia. La acción va creciendo en interés conforme vamos conociendo los detalles del enigmático encierro de Hannah y la acción da varias vueltas de tuerca hasta un desenlace imprevisible.

Por Javier de Navascués