Evidentemente estamos hablando de Jack el Destripador. Que en realidad parece haber sido inmigrante polaco llamado Aaron Kosminski, de profesión peluquero. Y punto, se acabó la popularidad y lo mítico en torno al personaje que ahora renace como ser humano con cara, nombre y apellidos, se acabaron las especulaciones y las conspiraciones y todos los relatos de ficción en torno al personaje.
Hay quien dice que el siglo XX empezó con el primer crimen del criminal londinense, y con él la aparición del serial killer como una patología de una sociedad que preconizaba el capitalismo más salvaje y el periodo más brutal del ser humano. Aproximadamente una década después del último asesinato atribuido al destripador. Gaston Leroux empieza a publicar en Le Gaulois de manera serializada uno de los relatos góticos por excelencia El fantasma de la ópera, que comparte con Jack el destripador el ser un personaje que se refugia en el anonimato, a la vez que ser popular. Aunque también comparte cierto periodo histórico.
En esencia, Erik, el fantasma de la ópera, no deja de sr un asesino en serie, sobre el cual se acentúa lo romántico y desdichado de su situación. Sin embargo, esos motivos lo alejan de ser un asesino que mata por el placer de hacerlo. Lo cual lo aleja de ser una persona asocial para convertirse en un ente que busca causar el terror entre los asistente y los trabajadores del teatro, es decir, es un terrorista. El cual implanta sus condiciones de convivencia, pide su impuesto revolucionario a cambio de no llevar a cabo alguna de sus planificadas y premeditadas acciones.
El terrorista se configura como un portador de la muerte y la muerte se representa a través de una calavera, tal y como Christophe Gaultier describe al fantasma en esta adaptación al noveno arte de esta obra, creando un héroe, ya no romántico sino necromántico volcado en provocar el único momento inevitable en la vida de cualquier ser vivo. El relato de Gaultier es un canto lánguido a las relaciones humanas en las vísperas de un siglo XX que está dispuesto a cambiar todo lo que hasta aquel momento se había fraguado. El amor figura casi como una excusa desapasionada, como un leit motiv que empuja a los personajes a moverse más por los prototipos sociales que por las motivaciones personales.
El relato de Leroux filtrado a través de Gaultier se muestra fiel pero aplicando una vertiente oscura a medio camino entre el gótico más clásico y el terror urbanita más contemporáneo, respetando siempre los parámetros y los topos cronológicos del relato original pero dejando de lado lo romántico, en el sentido estricto de la palabra, de lado. Decantándose por mostrar lo obsesivo del acto de amar tanto por parte de Erik y Pierre en su forma de abordar a Ingrid. Pero, es ante todo, una adaptación con personalidad propia que respeta el original.
Por Miguel A. Pérez Gómez