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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

En esta novelita, apenas un relato largo, Henry James nos vuelve a hablar de los temas que les son más comunes. Europeos contra norteamericanos, no enfrentados abiertamente pero si conscientes de ser seres diferentes. Y para hacer estas diferencias aún más acusadas aparece Pandora, el nuevo prototipo de mujer norteamericana.
Otto Vogelstein es un joven conde alemán que va a cruzar el charco para actuar como representante de su país en el nuevo mundo. En la travesía en barco conocerá a Pandora Day, una muchacha hermosa de la que le aconsejan alejarse, pues no pertenece a la esfera social con la que él debe relacionarse. Más tarde, cuando el joven alemán está asentado en Washington volverá a encontrarse con la bellísima Pandora, ahora convertida en un nuevo espécimen de la sociedad norteamericana.
Otto asistirá con asombro no sólo a la conversión de Pandora, sino también a la mutación de una sociedad muy diferente a la que está acostumbrado. Es el nacimiento de la nueva mujer, algo novedoso en Estados Unidos e inimaginable en Europa. Pandora es un icono, un símbolo, el prototipo de (casi) todas las mujeres de Henry James.
Me gusta mucho Henry James, el más europeo de los escritores norteamericanos del siglo XIX. Me gustan sus historias y me gustan mucho sus personajes femeninos, con los que suelo identificarme. Me pasa especialmente con Isabel Archer, la protagonista de Retrato de una dama (exceptuando la herencia millonario, claro), pero también tengo momentos de Catherine Sloper de Washington Square.
‘Pandora’ se lee en un ratito, en dos en mi caso, y se disfruta muchísimo. Es corta, ya os digo, pero el descubrimiento de esta nueva mujer permanece en la memoria. No es el único clásico que tengo entre manos este otoño y en breve os contaré más. Mientras tanto, aspiro a ser lista y hermosa como Pandora, claro que tener ese nombre debe ayudar en algo, digo yo.

Los últimos viajeros empezaron por fin a emerger desde la cubierta inferior mirando en derredor de forma distraída, con ese aire de suspicacia fácilmente reconocible en quienes acaban de embarcarse y que, al otear la tierra en recesión, se asemeja al de alguien que comienza a percatarse de haber sido víctima de un engaño.

Por Sarah Manzano