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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Mujer desesperada

'El devorador de calabazas' de la británica Penelope Mortimer explora las miserias femeninas en el ámbito doméstico de los años 60.

Penelope Mortimer (Rhyl, Gales, 1918 -Londres, 1999) forma parte de esa superpoblada y muy recomendable liga de escritoras británicas que a mediados del siglo XX conectaron a la perfección con el público lector -no necesariamente femenino, pero sí en su mayoría- a base de relatar con amargura y ese inconfundible sentido del humor cómo les iba a las mujeres en los años 60, en los albores de la emancipación femenina generalizada.

El hábitat literario de Mortimer fue la siempre procelosa vida familiar y no tuvo el menor empacho en inspirarse en la suya. Ahora Impedimenta, un sello especializado en el rescate de autoras british, lanza El devorador de calabazas, su mejor y más celebrado trabajo. Leerlo es también adentrarse de forma no muy oculta en la complejidad de su matrimonio con el también dramaturgo y escritor John Mortimer (un autor también rescatado en los últimos años por Libros del Asteroide). Y en un plano más sociológico, un retrato certero e inmisericorde de las depresivas miserias de la mujer en el ámbito domésticoque haría las delicias del Don Draper de Man Men.

Al igual que Edna O’Brien, que la admiraba muchísimo -«Todas las mujeres que conozco querrán leer esta novela», escribió -, Penelope Mortimer no fue exactamente una feminista, pero sí pionera en la exploración de unas experiencias que la llevaron al colapso nervioso, como también harían Sylvia Platt o Anne Sexton.

A saber: era hija de un clérigo sin vocación que, al parecer, abusó de ella en la niñez. La salida más rápida y directa para escapar de esa terrible situación fue una boda, la primera, con el periodista Charles Dimont, con quien tuvo dos hijas, mientras ella luchaba por su habitación propia publicando también incipientes novelas y artículos periodísticos, especialmente en The New Yorker. Pero el suyo no sería un matrimonio convencional, ya que a él se sumarían dos hijas de sendas relaciones extramaritales de la autora.

En 1947 conoce a John Mortimer y forma una de las parejas más brillantes y solicitadas del momento. Él es un abogado de causas extravagantes -defendió a la porno star Linda Lovelace- y un escritor que todavía no se había convertido en una gloria nacional gracias a las historias del letrado Rumpole, inspiradas en su padre, que entretuvieron en la tele a varias generaciones.

Maternidad conflictiva

Penelope, que además de escribir gozaba de una intensa querencia por la reproducción, tuvo dos hijos más de su segundo marido, sufrió un aborto, se adentró en la depresión y en 1966 fue prácticamente obligada a hacerse una operación de esterilización que le dejaría una gigantesca cicatriz en el vientre. La otra cicatriz fue la de los desengaños maritales -John Mortimer fue un activísimo donjuan -, el desmoronamiento de la relación y el descubrimiento de que se la abandonaba por una mujer más joven también llamada Penelope, que, por cierto, fue la madre de la hoy conocida actriz Emily Mortimer.

Parte de aquella experiencia, la habida y la por venir, trasciende en El devorador de calabazas que apareció en 1962 y tuvo un gran éxito no exento de polémica y una impecable versión cinematográfica con guion de Harold Pinter, el más perfecto traductor de los expresivos silencios del libro.

Por Elena Hevia