¿Thriller psicológico? ¿Ficción absurdista? Agujero, la nueva novela de Hiroko Oyamada destaca por su singularidad y la inquietud que genera en los lectores
“Después de que publicaran en una revista el relato con el que gané el Premio Shinjin y un segundo relato en otra publicación, estuve bastante tiempo sin poder escribir. En realidad, lo que ocurría es que nada de lo que escribía me parecía que tuviera calidad suficiente como para aparecer en una revista, por lo que estaba constantemente corrigiendo y reescribiendo. Empezaba a escribir una historia, la dejaba, empezaba otra y la dejaba. Tenía la sensación de estar metida en un túnel que no parecía acabar nunca”, cuenta la escritora Hiroko Oyamada (Hiroshima, 1983). “Un día, montando en bici, pisé una cigarra que había en el suelo. Pensé que ya estaría muerta y reseca, pero en el momento en que la rueda de la bicicleta pasó por encima de su cuerpo la cigarra se convulsionó con intensidad. Las vibraciones fueron tan fuertes que pude sentirlas en el manillar. Aquello me perturbó tanto que sentí que tenía que escribir sobre ello. Era una cigarra en el suelo, por lo que era verano. Escribí una historia sobre una mujer que mata a una cigarra con su bicicleta. La mujer estaba casada y se había mudado al lado de la casa de sus suegros en el campo por el trabajo de su marido, y al hacerlo toma conciencia de que es una ‘nuera’ [el ideograma ‘nuera’ se compone del ideograma ‘mujer’ y el ideograma ‘casa’]. A partir de ahí me costó muchísimo completar la historia. Pasó el verano, llegó el otoño, luego el invierno y no lograba avanzar. Me quedé embarazada. Era algo que deseaba pero que me llenó de terror a la vez. Decidí que tenía que terminar la novela y entregársela al editor antes del parto. Entonces soñé que un animal, un mamífero negro, cavaba un agujero en la tierra. Sentí que ese animal y ese agujero serían los que me ayudarían a completar la historia, y así fue, por fortuna. Para el siguiente verano había terminado de escribir Agujero (el parto fue justo después, en otoño)”, así se gestó la pequeña novela (que lleva como coda dos relatos más, escritos con anterioridad) que ahora publica Impedimenta en España.
Efectivamente, en Agujero hay una nuera, un animal negro que cava hoyos en la tierra y una cigarra que se aplasta con la rueda de una bicicleta. Todas estas escenas son importantes en el texto, pero no más que otras relacionadas con el konbini próximo o el hermano invisible que vive en el patio trasero. El trabajo de Oyamada (meticuloso, delicado, punzante e intrigante) ha sido calificado por los expertos como ficción psicológica [en parte porque los eventos pueden ser reales o formar parte de la imaginación del personaje] y ficción absurda [ella lo negará, pero tiene algún deje de Boris Vian]. Lo que está claro es que la ficción que da título al libro es una narración singular, capaz de transportar al lector a la mente de Asahi, la protagonista, que acaba de dejar su trabajo en la ciudad para mudarse con su marido a la casa de campo contigua a la de sus suegros. “A menudo se me ha dicho que en mi obra hay escenas llenas de fantasía, alejadas de la realidad, pero para mí la vida cotidiana contiene momentos extraños y momentos de locura, por lo que, aunque pueda resultar fantástico en una primera lectura, yo escribo como si todo fuera real. A lo mejor lo vivo así porque soy de esas personas a las que no les gusta estar adivinando lo que piensan los demás o por qué actúan de determinada manera”, argumenta Oyamada.
A través de Asahi, la autora aborda temas tan contemporáneos (y tradicionales a la vez) como la dificultad de crear vínculos en entornos pequeños, cerrados y llenos de secretos; el rol de la mujer en el matrimonio, la ambición personal y profesional o la maternidad. “Cuando escribí la novela la existencia del bebé dentro de mi barriga era algo que no podía ignorar, y ahora cuando la releo vuelvo a sentir los movimientos fetales y la presencia del bebé, aunque nada de eso esté escrito”, dice Oyamada, que recibió con esta obra el premio Akutagawa en 2014. “En la conciencia de mucha gente está arraigada la idea de que la vida consiste en casarse y tener hijos, y ese desfase se manifiesta a veces de una forma un tanto siniestra. Japón no tiene especialmente buenas políticas con respecto a la maternidad y la crianza de los niños, y no influye positivamente en la psicología de la gente tampoco (de hecho, está empeorando). Algunas investigaciones han concluido que el grado de felicidad de las mujeres con hijos es más bajo que el de aquellas sin hijos (parece que no solo en Japón). Si tienes hijos, eres infeliz, pero si no los tienes, también. Esto es lo que tiene a muchas mujeres japonesas de hoy en día confundidas. Asahi también es una de ellas, y seguramente si le cuestionara a su suegra la idea de tener hijos se encontraría en un problema. Yo personalmente opino que tanto casarse como tener hijos son una decisión muy personal que debe tomar cada individuo, pero no sería correcto decir que en Agujero yo esté haciendo una crítica abierta sobre este tema”.
El agujero que da título al texto, en el que Asahi cae tratando de seguir un mamífero negro (ojo a la delicia de descripciones de flora y fauna, que la autora defiende con un: “Me gustan mucho los seres vivos en general, y por eso aparecen tanto en mis obras. Como vivo en el campo, los insectos y los animales pequeños están omnipresentes”), es tan real como metafórico. Además de que casi no puede salir por sí misma, desde ese momento su vida toma senderos impredecibles, a medio camino entre la realidad y los momentos más angustiantes de Alicia en el país de las maravillas. Acaso de ahí venga la calificación de psicológica: “Probablemente el mundo esté lleno de agujeros; puede que los agujeros sean todos esos problemas o las tristezas que decidimos ignorar aunque sepamos que existen. Uno puede caer en un agujero económico o quedar atrapado en un cambio vital que no ha salido del todo bien. La infección global que tenemos ahora y que se comporta de manera tan furiosa es también un agujero enorme”, interviene Oyamada, a quien ya le han señalado más veces las similitudes de su personaje con el de Lewis Carroll. También lo han hecho con algunas obras de Kafka, comparación que considera más acertada.
Agujero llega a las librerías en un momento dulce para la literatura japonesa, cuya sensibilidad y delicadeza va encontrando poco a poco nuevo público más allá del país del sol naciente. Este boom, qué duda cabe, está auspiciado por pequeñas editoriales que se aventuran con la siempre dudosamente rentable idea de traducir a un autor desconocido fuera de sus propias fronteras. La globalización, afortunadamente, también es esto.
—Paloma Abad, Vogue.