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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

CONTRA LA GUERRA «Historia y desventuras del desconocido soldado Schlump”

Los libros son objetos muy peligrosos y por eso son muy perseguidos por las dictaduras. Los nazis fueron especialmente activos en la destrucción de volúmenes y, lo que es infinitamente peor, de vidas.

Cuando la cultura acaba en la pira, cuidado, porque la barbarie triunfa y ya se sabe que el horror amenaza. En 1928 se editó sin el nombre de su autor la Historia y desventuras del desconocido soldado Schlump , publicada ahora por Impedimenta. El autor, temeroso con mucho fundamento, nunca se dio a conocer hasta bastante después. Esta novela, que los nazis quemaron y persiguieron, la escribió Hans Herbert Grimm y es uno de los textos antibelicistas más importantes de todos los tiempos. Fue acusada de antiheroica, antinacionalista, profrancesa y otras lindezas, pero nadie se atrevió a negar su calidad literaria y su humor, heredero del humanismo europeo de la mejor tradición; sobre todo, la picaresca española.

Hans Herbert era profesor de lenguas romances: francés, italiano y español en la antigua ciudad de Atenburg, en Turingia, donde construyó una casa en la que vive su nuera, guardiana de su memoria. Llevaba una vida bastante plácida y le encantaba dar clase. Sus alumnos lo recuerdan como pacifista y culto. Les instruía sobre la tolerancia y el respeto, sobre la libertad y la solidaridad, justo lo contrario de lo que los nacionalismos predican. No quiso escapar al extranjero. Participó en las dos guerras que muestran lo salvaje que es Europa. Su ciudad quedó en la zona soviética y lo separaron de la docencia, lo humillaron, lo persiguieron y acabó matándose mientras su mujer estaba en la carnicería.

La portada del libro es extraordinaria. Es de la mano de Emil Pretorius. Los soldados, en perfecta formación, de espaldas al que mira, se pierden por el ángulo superior de la ilustración. No hay caras, no hay personas, son números, ni siquiera, son hormigas que desfilan hacia el país del caos, del dolor y de la desesperación. Las mochilas son retículas, celdas de un panal idéntico lleno de pus y de barro, de trincheras. En el interior también encontramos ilustraciones muy expresivas de Otto Guth.

Un joven lleno de vida, como todos, pero con una sencillez de espíritu que puede parecer, a veces, simplicidad. Un joven que ama la naturaleza y a las chicas, a los momentos que la vida regala con avaricia. Esta es la clave de la novela. Nada, ni los acontecimientos más horribles acaban con la ilusión y con una cierta visión socarrona y picaresca de ese ejercicio que llamamos sobrevivir. Habla francés y esto le permitirá ser intérprete, lo que no lo libra de ir a primera línea. Un joven simpático con sentido común que no dejará pasar las oportunidades. Marchó a la guerra entre banderas y músicas. Todos pensaban que iba a ser breve, unas pocas semanas y vuelta a casa con una Alemania más grande y poderosa.

La estructura de la novela es la clásica de la picaresca, el viaje, el cambio de un lugar a otro. Es claro el valor iniciático. Schlump va a conocer las plurales caras de la realidad y llega a una conclusión. Los oficiales, los generales, el káiser, la guerra, todo es un despropósito absoluto, una tragedia que no tiene nada de épica. Las ratas y los piojos, la sangre a ríos, los cuerpos despedazados, las heridas, las columnas de refugiados, ¿qué grandeza se puede encontrar entre el gas mostaza y los cañonazos de la artillería pesada?

La vida tiene momentos de tensión y de distensión. El protagonista se ve al frente de una pequeña comunidad y la humanidad cervantina, la que el Manco creó para la eternidad, aparece vestida con el traje del humor como debe ser. Pequeñas anécdotas, y, sobre todo, una constante, el amor. El soldado tiene mucho éxito y siempre encuentra unos brazos acogedores, unos muslos prietos. Personajes que se suceden, escenas tan violentas como las cargas a la bayoneta entre las explosiones, un soldado que se abraza a un enemigo y quita el seguro de la granada. Existe una grandeza insuperable en la peripecia individual, nunca en los discursos ni las condecoraciones, nunca en las ideas repetidas del destino de un pueblo elegido.

La parodia del lenguaje totalitario es magnífica. Un soldado encarna, en la retirada, en la desbandada, los valores finiquitados de una propaganda obsesiva. Una sola frase: «Está loco». El soldado filósofo se pega un tiro en el andén de una estación. Todos quieren volver a sus casas. Schlump volvía rico porque también había hecho sus trapacerías pero el azar es tan voluble. Una obra excepcional con una actualidad que me produce espanto. Léase.

Por Antonio Garrido