Hiroko Oyamada cuenta una historia en la que lo extraordinario es la esencia de la realidad
Hiroko Oyamada ganó con la historia que abre este libro el premio de relato más importante de Japón, un certamen que lleva el nombre de Ryunosuke Akutagawa, el autor de ‘Rashomon’. Recordarlo es curioso porque la historia de Oyamada es en cierto modo el reverso del clásico: un cuento elusivo que juega con la idea de que lo extraordinario no irrumpe cuando la realidad se extrema, sino que es su propia esencia: lo que aflora entre las grietas de lo cotidiano.
Todo comienza como un episodio común y afortunado en la vida de un joven matrimonio. Al marido lo destinan a un puesto mejor, pero en una zona alejada de la ciudad, «en pleno campo», cerca de donde viven sus padres. Cuando el hombre llama a su madre para preguntarle por alguna vivienda disponible en la zona, la mujer le contesta que la casa que alquilan ellos y que está al lado de la suya se ha quedado libre y se la ceden gustosos.
Es Asahi, la joven esposa, quien cuenta la historia, siempre en primera persona. Y ya al comienzo anota algo que es extraño aunque quizá no muy importante: ella no sabía que sus suegros fuesen propietarios de otra casa. Ese nivel de extrañamiento va aumentando en su nueva vida en el campo. Las cosas allí son tranquilas pero bordean de un modo rutinario lo inexplicable. De su suegro apenas hay rastro y todo el mundo comenta lo ocupado que está. El abuelo de su marido riega constantemente el jardín, incluso cuando llueve. En una ocasión, persiguiendo a un animal que no sabe identificar, Asahi se cae en un agujero en el que su cuerpo parece encajar de un modo asombroso y en el que nota que tampoco se está mal. A partir de entonces, la realidad se vuelve aún más extraña para ella.
La originalidad de Hiroko Oyamada consiste en describir con limpieza y detalle el modo en que el misterio irrumpe en lo cotidiano. Su estilo hace pensar en una línea clara de lo inquietante y no sorprende que se fije tanto en la familia, el lugar en el que se forja la normalidad. Eso explica que esta edición se complete con otros dos relatos relacionados entre sí y protagonizados por dos parejas de amigos en edad de tener hijos. Hay en estas historias una casa que se llena de comadrejas, un bebé que llega al mundo, una gran nevada y un pasillo que parece conectar algo más que estancias. También, como en todo el libro, hay mucha información sobre lo concreto, desde el mundo laboral a las relaciones sociales o la intendencia hogareña. Es curioso porque eso debe de funcionar para el lector oriental como una especie de contrapeso de lo fantástico, pero al lector occidental le resulta en cambio de lo más llamativo, aminorándose así el efecto pretendido por la autora pero propiciando un eficacísimo incremento de la fascinación
—Pablo Martínez Zarracina, El Correo.