Ricardo Siri, el ilustrador de Buenos Aires más conocido como Liniers, regresa con Flores Salvajes, su última historia gráfica.
Desde que Impredimenta editorial tuvo la feliz idea de darnos a conocer al historietista argentino Liniers, pudimos contar con un nuevo ejemplo de lo que figuras como Hayao Miyazaki llevan pregonando durante décadas, y que se basa en dibujar historias infantiles que, en ojos adultos, despiertan los filtros fantásticos de la nostalgia. Dicho mundo de imaginación absoluto, donde las referencias a esas personas mayores son prácticamente erradicadas, ya lo pregonó Tony Millionare, autor de Mono de trapo, uno de los cómics imprescindibles para contar con todas las cartas de la baraja underground del noveno arte.
Precisamente, el eco de la obra cumbre de Millionare se puede testar en cada página de Buenas noches, planeta, anterior cómic de Liniers publicado en España. En este mundo donde los peluches cobran vida y los animales hablan perfectamente también entra Flores salvajes, donde su desbordante estilo gráfico rezuma magia por los cuatro costados. Semejante explosión cromática en la retina se nutre de una historia inspirada después de una fotografía en la que las tres hijas del autor están mirando la selva del Yucatán. Esta premisa sirve a Liniers como excusa para abordar un relato donde caben desde mini-gorilas de bolsillo hasta dragones que echan fuego por la nariz.
Por supuesto, dicho viaje hasta el plano onírico-aventurero de nuestra niñez cuenta con suficientes propiedades delirantes para volvernos a hacer sentir como niños por un instante. El enfoque infantil dispuesto resulta en medicina de alta graduación para curarnos de adultitis aguda y demás malestares del alma, a lo que Liniers pone remedio por medio de esta nueva inyección de delirio sano en nuestras mentes. Y más en estos tiempos de tontuna hiperrealista que nos está tocando sufrir.
—Marcos Gendre, El enano rabioso.