De Virginia Woolf a el Fantasma de la ópera, pasando por esa adorable locura titulada “Vida y opiniones de Tristram Shandy, caballero”, son algunas de sus referencias. “Huck Finn” tiene la capacidad de compilar todas las virtudes de esas entregas anteriores. Unas gotas de clasicismo, vitalidad narrativa y placer visual.
Como ocurría con el libro de Canyelles, se trata de una versión, en esta ocasión de las famosas peripecias de Huckleberry Finn surgidas de la cabeza de Mark Twain. La joven ilustradora alemana Olivia Vieweg, traslada la acción de Missisippi a Halle an der Saale, ciudad de la extinta RDA. No es la única concesión que se permite, hay más, tanto de personajes como de trama. Y, sin embargo, el espíritu del libro original permanece intacto. Sus páginas exhalan puro aroma aventurero. La lectura alcanza cotas de diversión estratosféricas. Las páginas se devoran y se pasan con ansiedad y deleite. La literatura, los libros, las historias, deberían ser, siempre, eso.
Por Rafa Rodríguez Gimeno
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