Me refiero a Mircea Cărtărescu, (Bucarest, 1956), poeta, narrador y ensayista y, sin ninguna duda, el escritor rumano más conocido internacionalmente, en especial desde que se consagró con Nostalgia (1993), Lulu (1994) y Orbitor (1996-2007), una trilogía de tema onírico, posiblemente su obra más madura. Su última obra en narrativa, Las Bellas Extranjeras, tres relatos publicados en formato folletín, que aparecieron originalmente en una revista rumana y el tono de los mismos, basculante entre el humor y la autoironía, la hace distinta de lo publicado hasta entonces por Mircea Cărtărescu que, en una nota que precede la edición rumana, avisa a sus compatriotas “de carácter más solemne que utilicen su tiempo libre de un modo más adecuado” que en la lectura de estas tres historias, rotuladas con el título de la segunda. El lector también se enfrenta, -lo avisa expresamente el escritor- con tres relatos que derivan sutilmente hacia lo cómico, lo burlesco e incluso hacia lo grotesco.
En estos tres relatos Cărtărescu hace gala de sus dotes de brillante cronista de peripecias surrealistas de las que el propio escritor es protagonista, testigo o espectador privilegiado. A Cărtărescu no le importa reírse de si mismo al dar cuenta en sus tres relatos, rebosantes de humor negro, de tres episodios por él vividos en su condición de escritor. Porque los tres relatos que le dan cuerpo al volumen, parten de anécdotas o sucesos autobiográficos, aunque se hallen distorsionadas al hacerlas transitar por los caminos del humor negro y de la mordacidad.
“Ántrax” es el relato que abre el volumen. En el mismo, haciendo gala de una gran ironía, Cărtărescu relata como, en plena paranoia del 11 de Septiembre recibe un sobre sin remitente, aunque enviado desde Dinamarca, que aparentemente contenía ántrax. Después de arrojar el sobre a una papelera, lo recoge de nuevo y decide llevarlo a la policía para que investiguen su contenido y confirmen, sobre todo, si hay presencia de ántrax. Pero tanto él como su esposa son de inmediato víctimas de peripecias sin sentido en lucha con la burocracia gubernamental, con un desenlace absolutamente insólito. Lo cómico y lo demencial se dan cita en este relato.
El segundo relato anuncia ya en su subtítulo pistas sobre su contenido: Las Bellas Extranjeras (o Cómo me convertí en un escritor adocenado). Es con mucho la pieza principal de este volumen. Las Bellas Extranjeras es el nombre atribuido a un grupo de doce escritores rumanos, entre los que se halla el propio Cărtărescu, que son invitados a realizar un viaje por Francia para dar a conocer el momento presente de las letras rumanas. El relato es una genial e irónica caricatura de la vida literaria. Viajes por Francia, descripción sin ningún pudor de las pugnas y puyazos entre escritores. Así como una visión también mordaz, pero sobre todo realista del mundo literario francés e incluso de los campesinos del Pirineo y los simplistas estereotipos que tienen de los rumanos. Una destornillante colección de tópicos, triquiñuelas y envidias. Pero sobre todo una disección realista de la figura del escritor, que interpreta con exaltada dignidad la cultura de su propio país, aunque lo que subyace sea una supina ignorancia, hábilmente enmascarada.
El libro se cierra con el relatoEl viaje del hambre Un pequeño diario de autoficción en el que el escritor nos cuenta de una forma descarnada y cruel un viaje que, en los años ochenta, los años gélidos del comunismo, realiza a una remota localidad rumana, invitado por un amigo, el poeta local para una lectura de poemas. Cărtărescu vive una experiencia absolutamente descarnada y esperpéntica, con una pésima organización, un fiasco la lectura de poemas, los anfitriones, una banda de descerebrados que no tienen reparo en incluir, en un periplo que tiene mucho de road movie, la visita a una prostituta como pago de los honorarios del poeta invitado.
Un libro pues que nos permite descubrir el envés de Mircea Cărtărescu. El escritor sólido, calificado como posmoderno, que rechaza explícitamente las técnicas realistas y le da cabida en su obra a lo poético, a lo surrealista y a lo onírico, abandona en estos tres relatos todo aquello que le hace ser deudor de Kafka, Musil, Joyce, Borges o Cortázar, para hacernos llegar, en un tono realista, tres episodios del presente y del pasado de Rumania, relatados con una desenfadada prosa satírica. Vivencias personales muy divertidas en cuyo relato el escritor se despoja de todo su pudor y es de sí mismo el primero del que se ríe.
Por Francisco Martínez Bouzas