Quienes me conocen saben que me fascinan los escenarios góticos. Tardes tormentosas, eternos e infames días grises, melancólicos paisajes de antaño. Jardines tétricos en ruinas y personajes de carácter decadente. Opino que la decadencia y la oscuridad deben entretejerse tanto en la literatura como en la vida, y eso lo sabe todo aquel que alguna vez se ha dejado atrapar por algún hechizo, sea de la naturaleza que sea. Pero ese es otro tema, tal vez asunto de otro libro.
El caso es que El unicornio es una de esas novelas hechizantes. Y juro que, tras leerla, aún no sabría decir por qué. Quizás por la atmósfera cerrada, por el escenario siempre gris, por los personajes tan reales como la mano con la que escribo y al mismo tiempo tan etéreos. Corre por estas páginas una suerte de irrealidad tangible que afecta a todo y a todos y que acaba por contagiar al que lee.
El unicornio cuenta la historia de Marian Tylor, una joven que acude al castillo de Gaze contratada como institutriz. El castillo se encuentra en un lugar remoto y desolado, habitado por unos personajes que no son lo que parecen. Marian descubrirá nada más llegar, entre la inquietud y el miedo, que todo gira entorno a Hannah, la dama a quién ella debe acompañar y leer poesía en francés. Custodiada por los demás habitantes, Hannah vive lánguida y resignada en su castillo, del que no puede salir so pena de que caiga sobre ella una maldición.
Escrito en tercera persona, Iris Murdoch nos cuenta esta historia utilizando varios puntos de vista, cambiando el foco de un personaje a otro según los capítulos, intercalando misivas para dar al lector información extra. Se trata de una narración lineal, pero rica. Una estructura en planteamiento-nudo-desenlace, una historia que se cierra, pero que posee toda la variedad de los relatos bajo distintos puntos de vista, pasando de Marian a Effingham y de Effingham a Marian, personajes que, junto a la mítica Hannah, pueden considerarse principales.
Son los personajes el punto fuerte de esta narración. En el centro de todos encontramos a Hannah, mártir, víctima, resignada criatura que, como la bella durmiente, ha de permanecer siete años confinada en pago de un crimen que (no sabemos si) cometió. Siete. El número mágico de los cuentos. Porque todo en esta novela está tocado por el simbolismo de la cuentística tradicional. Y simbólico es, a su vez, el trasfondo, el fin último de la narración, símbolos que habrá que buscar el lector pues se encuentran detrás de lo aparente.
El ambiente es otro de los puntos fuertes. No es que la autora dedique páginas y páginas a describir y crear una atmósfera. No. Esta aparece sola. Es una sensación, algo que resulta palpable, evidente, que está ahí aunque no se diga. Se produce un cierto hipnotismo al leer estas páginas, como si, por arte del hada malvada, uno hubiera entrado a formar parte de ese mundo aberrante, extraño, congelado en un tiempo fuera del tiempo. Un mundo demencial donde todo parece estar bajo un hechizo, donde todo es simbólico y recuerda a las leyes que rigen los cuentos tradicionales.
Neoplatonismo y amor cortés, el amor puro que es sufrimiento y no debe corromperse. El sufrimiento como instrumento de poder. La expiación de crímenes. Son ideas que lanzo al aire, cuestiones enormes que aborda esta novela como el que no quiera la cosa. No hay un único tema en El unicornio, son legión. Es un libro difícil y profundo abordado, a mi parecer, como si no lo fuera. No cuesta leer El unicornio. No es una prosa sesuda y hermética. Se trata de una complejidad a capas, cada cual se interne hasta donde quiera. Una complejidad que se encuentra detrás de una acción, una trama, unos personajes de novela gótica que se hacen bastante atractivos. El libro engancha. Y lo recomiendo totalmente.
Iris Murdoch (1919-1999), escritora y filósofa irlandesa, es más conocida en nuestro país por obras como Bajo la red o El príncipe negro, pero en El unicornio encontramos el elemento que nos faltaba, la última pieza del puzle, la que desbarata todo el puzle. El unicornio es una obra anómala dentro de la bibliografía de Murdoch, pero en la cual podemos ver obsesiones y temas que aparecen recurrentemente en sus novelas. En definitiva, una pequeña joya.
Por Ana Martínez Castillo