cabecera 1080x140

Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

“Los políglotas” de William Gerhardie

Buenas noticias: la editorial Impedimenta pone fin a una sorprendente “laguna” editorial en nuestro país con la publicación de Los políglotas; una obra maestra barroca, imaginativa y delirante, firmada por William Gerhardie, un talento mayor que evoca el espíritu tragicómico de Antón Chejov.

Fue admirado por escritores como Edith Wharton, H. G. Wells, Katherine Mansfield, Evelyn Waugh –quien llegó a escribir “yo tenía talento; Gerhardie era un genio”–, Graham Greene y, más adelante, William Boyd; sin duda su más gran valedor contemporáneo. William Gerhardie fue durante mucho tiempo esa rara avis literaria que sólo algunos connaisseurs parecían ser capaces de disfrutar; un impresionante talento, catalogado de modo un tanto reduccionista como “escritor para escritores”, que afortunadamente ha vuelto a ocupar el lugar que le corresponde entre un mucho más nutrido grupo de lectores, gracias a la reedición internacional de obras como Los políglotas o Futility. Incomprensiblemente, sus obras permanecieron en el limbo editorial durante casi cuatro décadas, hasta que el empeño de admiradores irreductibles como Boyd consiguió que su obra volviera felizmente a las librerías. Por eso es una magnífica noticia que la siempre exquisita Impedimenta se atreva a editar, con el buen gusto habitual, esta obra en una cuidada traducción de Martín Schifino.

Los políglotas es una muestra superlativa del talento de Gerhardie: un reguero casi infinito de imágenes literarias brillantes, una ristra de personajes excéntricos y situaciones deliciosamente disparatadas, una predilección por el humor nonsense y el delirio bien entendido, una prosa embriagadora que remite a otros superdotados como el Vladimir Navokov de Ada o el ardor, con quien se le suele comparar en la mayoría de recensiones. Los políglotas se disfruta como un monumento a la novela de vocación eminentemente moderna, como una diatriba contra la previsibilidad argumental de tantas obras del canon. El talento de Gerhardie para ser tremendamente británico y al tiempo un escritor casi “galáctico” se hace patente en este gozoso artefacto que estalla en una serie de derivas narrativas y situaciones a menudo imprevisibles que aúnan cosmopolitismo y sensualidad, barroquismo y precisión anglosajona. Él mismo nos da cuenta de su voluntad juguetona y un tanto “dinamitera”, cuando afirma cosas como “Es fatigoso retratar gente real en una novela. Si ustedes estuvieran aquí conmigo –o pudiéramos darnos cita de algún modo– les transmitiría en un abrir y cerrar de ojos la personalidad del mayor Beastly, por medio de una representación visual. Por desgracia, hacer algo así no es posible”.

Pero no me gustaría que, por mis palabras, seguramente torpes, concluyeran que Gerhardie es una suerte de posmoderno avant la lettre, entregado a la construcción de brillantes fuegos de artificio. Bien al contrario, sus obras esconden un intrigante carácter moral –aunque se trate de una moral poco convencional– que nos remite a la mejor tradición de las morality plays anglosajonas y aún antes a los relatos alegóricos de la Antigüedad. En Las memorias de Satanás –un libro que ardo en deseos de leer–, coescrito con Brian Lunn, el Diablo es presentado como un aplicado colaborador divino que cuida del poco disciplinado rebaño de la Humanidad. En Los Políglotas, las sucesivas estampas de los europeos en el exilio evocan un mundo en descomposición, hilarante y a veces sombrío, marcado por diversos hechos tumultuosos como La Primera Guerra Mundial o La Revolución Rusa. Leyendo este libro, emprenderán un viaje fascinante aunque sin duda incierto (así son los mejores viajes literarios); un recorrido alegórico como el de La nave de los locos, protagonizado por una galería de “raros” de todo pelaje, que evocan el desconcierto amoroso y el caos de entreguerras. Háganme caso y láncense a por esta obra maestra que ya no debería seguir siendo desconocida ni un minuto más. No se arrepentirán.

Por Enric Ros