Bien podría ser el comienzo de una historia épica en la que el tiempo, sembrado por la sangre, el sudor y las lágrimas, comienza a rendir frutos: la rendición alemana, el inminente fin de la Segunda Guerra, el pueblo inglés que hace frente a la falta de ropa y alimentos.
Si aquella épica existió realmente, no es lo que aparece en Muriel Spark.
Desde lejos, los edificios bombardeados le dan un aire señorial a Londres. Parecen castillos en ruinas. Pero al acercar la lupa se revelan como lo que son: casas simples de empapelado viejo y sucio, escaleras que no llevan a ninguna parte, cadenas de baño que cuelgan de un tercer o cuarto piso. Las señoritas de escasos recursos se muestran como mujeres abnegadas, caritativas, virtuosas, pero en el cotidiano están más preocupadas por los vestidos y los gramos que engordan con cada comida, que por el futuro del país. Viven en una residencia para mujeres menores de 30 años (aunque hay tres cincuentonas). El club “May of Teck”, fundado por la reina María antes de casarse con Jorge V, sobrevivió a los bombardeos alemanes. Incluso a una bomba que cayó en el jardín y rompió todos los vidrios. Hasta hay una mujer (una de las cincuentonas) que se empeña en decir que cayó una segunda bomba que quedó enterrada entre las plantas. Así es como se vive: entre contradicciones e imposturas, con ensueños de bohemia, esperando que estalle la segunda bomba que a nadie le importa y en la que nadie cree.
Durante la Segunda Guerra, Muriel Spark desempeñó trabajos de contraespionaje en el departamento de propaganda antinazi del Ministerio de Asuntos Exteriores. Allí conoció a Graham Greene, con quien mantuvo una amistad que duraría toda la vida. En 1954, tal vez influenciada por Greene, se convirtió al catolicismo. Esa profesión de fe atraviesa la novela con otra vuelta irónica plagada de sentidos: una de las chicas de la residencia, quizá la que más prestigio aporta a la casa, declama El hundimiento del Deutschland, un poema decimonónico de Gerard Hopkins en el que se recuerda a los 157 mártires católicos alemanes que murieron en altamar, condenados al exilio por su religión.
Las novelas de Muriel Spark son profundamente sardónicas con la sociedad inglesa. Los encubridores retrata la indiferencia que las clases dominantes tienen para con las bajas y en Memento mori le tira a un grupo de ancianos la responsabilidad de no saber morirse a tiempo, de insistir en seguir vivos hasta convertirse en unos viejos (de mierda). En Las señoritas de escasos medios Spark derrumba el mito del pueblo inglés estoico: las señoritas de escasos medios son víctimas de su propia banalidad.
Por PZ.