«Algunas personas piensan en su identidad desde el día de su nacimiento»
Tatiana Tibuleac (Chisinau, Moldavia, 1978) visibiliza en su bella y a la vez descarnada literatura los conflictos que habitan en el ser humano, los suyos propios y los de su país. Criada en la Moldavia soviética, la escritora reflexiona en sus libros sobre la identidad, la reconciliación (con un ser querido, un idioma o un país), la ausencia de amor, el perdón y la fragilidad de las relaciones humanas.
En su debut, la autora cuenta la historia de una hija que se reconcilia con su madre, una figura materna ausente hasta ese momento, al saber que tiene cáncer. El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes es «un libro nostálgico, melancólico y hasta cinematográfico», señala en una conversación con EL ESPAÑOL de Málaga antes de su participación en la Noche de los Libros de Málaga en la Térmica.
Tibuleac publicó este año El jardín de vidrio (de nuevo en Impedimenta) donde narra la historia de Lastochka, una niña que, durante los años más grises del comunismo en Moldavia, es rescatada de un terrible orfanato por una anciana rusa. «Estaba pensando en todos mis problemas y miedos al escribirla», reconoce la autora definida como «uno de los grandes descubrimientos de la literatura europea actual».
«La maternidad siempre ha sido uno de mis mayores miedos» / «Crecí pensando que algo injusto se le había hecho a Moldavia y a nuestra gente»
En primer lugar, ¿cómo ha sido para usted este año y medio de pandemia?
Bueno, desde el punto de vista del aislamiento, no fue un año muy duro o diferente, ya que creo que los escritores están acostumbrados a la soledad y en cierta manera la buscan a la hora de escribir. Para mí fue justo lo contrario. Me encontraba en una casa llena de gente, con mis dos hijos, teniendo clase y deberes que hacer. Ese fue el mayor reto para mí. Al final, agradezco que hayamos salido de todo esto sanos, sin haber perdido a nadie cercano, ya que comparando nuestra situación con la de otras familias, las cuales han perdido seres queridos, su negocio, que se han visto casi al borde del colapso, claro que para nosotros ha sido un año relativamente bueno. Y nos ha permitido en cierta manera descubrir más sobre nosotros mismos.
Muchos escritores me han dicho que la situación no les ha inspirado nada. ¿Qué le impulsa a escribir? Leí que sufría un bloqueo creativo.
Siendo sincera todo. Puedo escribir un capítulo entero sólo con los detalles de una persona. Me inspira una mañana cualquiera, un pájaro que veo pasar o un recuerdo de mi infancia con mis padres. No sé exactamente qué desencadena estos momentos de inspiración. Supongo que son los sentimientos que te transmiten las pequeñas cosas. Estoy teniendo un bloqueo creativo, pero no creo que se haya de vincular necesariamente a estos casi dos años sin hacer gran cosa. Lo achaco al hecho de que mis dos primeras novelas se publicaron bastante rápido, una detrás de la otra. Siento que todo lo que tenía que decir, lo he dicho (ríe). Simplemente necesito esperar un poco para tener algo de lo que hablar. De hecho, escribo todo el tiempo, pero aquello que escribo creo que son meros ejercicios y no irán a parar a un libro.
Uno de los temas clave en su obra es la reconciliación: con un ser querido, con un idioma, con un país.
Es un tema que siempre me ha interesado. Crecí rodeada de gente mayor, gente que con la edad les ha costado perdonar. Recuerdo muchas conversaciones de mis abuelos incapaces de perdonar a, por ejemplo alguien que hizo algo a sus 30 años, habiendo pasado tanto tiempo. Siempre me he preguntado qué lleva a una persona a reconciliarse con otra, a perdonarla, o cuánto tiempo se necesita para reconciliarse con todo lo que se le ha hecho a un país, como es el caso de Moldavia. Pensaba mucho en este concepto del perdón cuando escribía porque crecí con un sentimiento de que algo injusto se le había hecho a Moldavia, a nuestra gente, y me preguntaba: ¿Cuánto tiempo necesitamos para perdonar todo esto?» Puede ser que tampoco tengamos que perdonar.
¿Cómo de difícil es forjar una identidad en un país o una familia en crisis?
Creo que cuando vives una profunda crisis, la identidad no es lo principal. No lo piensas, simplemente sobrevives. Hay un momento donde todo está pasando y piensas en quién eres. Esto es lo que me pasó a mí. Luego me mudé a París y nunca pensé en cuánto hay de rumano en mí. Me preguntaba qué idioma debería hablar con mis hijos porque uno de ellos es quizás más importante, pero no es el mío (se refiere al ruso). Así que creo que algunas personas viven toda la vida sin pensar en sus identidades, y eso les parece bien. Pero algunas piensan en ello desde el día de su nacimiento y escuchan esto en todas partes a su alrededor. Y hay comunidades que hacen vida, construyen sus historias alrededor, luchando por la identidad y el lenguaje, por una meta. Entonces, en este sentido, creo que la gente es muy diferente. Para mi padre, por ejemplo, su identidad era muy importante y vivió y murió por un gran sueño: la reunificación de Rumanía con Moldavia. Crecí en la época soviética. Y para mí, eso no era tan importante antes. Pero ahora llego a entender a mi padre. Y también se volvió algo importante para mí.
En su primera novela revela su miedo a ser mala madre. ¿Qué papel juegan las mujeres en su país?
Todos mis miedos los oculto en diferentes personajes. La maternidad siempre ha sido uno de mis mayores miedos porque las mujeres en Moldavia tenemos una tremenda presión encima. En el país del que vengo una vez casada, la mujer es ante todo madre, y sea lo que sea que esté haciendo en la vida, debe anteponer lo primero a ser madre, y a poder ser perfecta. Ese pensamiento acumula esta expectativa de la sociedad no muy sana, en mi opinión, de que las mujeres se sacrifiquen por los hijos y por la maternidad. Debes vivir felizmente la maternidad para que los niños lo sientan, pero también una madre puede sentirse infeliz al serlo. Así aprenden en la vida. También hablo de desamor y de lo difícil que es para las personas poder amar en sus vidas si no lo aprendieron cuando eran niños.
Una de las protagonistas de su primera novela, de hecho, es una madre disfuncional.
Lo que le ocurre a Alexis (la protagonista de su primera novela) le enseña que el amor es un arma muy poderosa. Puedes hacer muchas cosas con amor, incluso si eres pobre o estás enfermo. Si tienes amor, sentirás que estás mucho mejor que cualquiera que tenga todo lo demás menos amor.
Encuentra belleza en sentimientos como el dolor y la ira. ¿Están los mejores motores de inspiración por encima de la alegría y la paz?
Encuentro belleza en casi todo. Me gusta bastante buscar el lado bueno de las cosas aunque muchos no lo vean. No creo en que una persona no puede ser buena al 100% o que no pueda ser feliz por completo. Así que de alguna manera siempre me ha atraído ese otro lado de la gente y los cuentos de hadas. Y a mí personalmente me gustan las cosas sombrías, el drama y las cosas que digo. Puedo recomponerme y afrontar una situación difícil mejor que una agradable. Y realmente no sé cómo comportarme ante el éxito de mis libros cuando nunca sé exactamente cómo responder o comportarme. La gente me pregunta por mis libros o cómo llegué a tal punto y yo sólo puedo contestar que se trata de inspiración. No creo que la inspiración te caiga del cielo, pero sí que tengas cosas que decir. No tengo en mente al público cuando estoy escribiendo. Quizá es algo egoísta por mi parte.
En su segunda novela, la madre adoptiva obliga a su hija a hablar ruso golpeándola. ¿Siente que así fue como el comunismo trató a Moldavia? ¿Cómo se reconstruye un país y sus ciudadanos de un golpe así?
No sé cómo se reconstruye un país y sus ciudadanos, de tal golpe, tanta dificultad, que asume las consecuencias de despojarse de la identidad de una parte del mundo donde mucha gente de mi edad todavía siente que no habla su propio idioma muy bien. En mi país no pudimos expresarnos en nuestro idioma durante muchos años Sólo en la clandestinidad. Esa es una fuente constante de frustración. Imagina que vas a la escuela, a la universidad, y trabajas con un lenguaje y un alfabeto que luego, después de muchos años, lo declaran nulo y ya no sirve. A nivel psicológico, aunque no sea lo correcto, lo borras de tu mente. Me sentí mal al escribir la segunda novela porque tengo muchos recuerdos de infancia relacionados con el ruso. Viví en la Moldavia rusa. No puedo odiarla. Alguien me preguntó estos días si me gusta Rusia. Para mí es importante separar la política de la lengua. A veces no es posible. Pero si no lo haces, sientes que te estás perdiendo una gran parte de ti.
En su primer libro, cuenta cómo dos personas en posiciones extremadamente opuestas pueden encontrar la manera de encontrarse. ¡Qué mensaje tan esperanzador! ¿Siempre hay esperanza?
Siempre he pensado que hay lugar para la esperanza. En mi primera novela habla de una hija y una madre hacen las paces y se perdonan. No quiero que suene cursi, pero en mi caso el perdón me funciona.
La canción de O-Zone (Dragostea din tei), una banda de su país, fue mi banda sonora un verano cuando era muy joven. ¿Cree que la cultura puede cruzar todas las fronteras y llegar a todas partes?
Sí, los escuchaba cuando era muy joven. Los veía en la tele cuando tenía 15 o 16 años. Dan Bălan es muy bueno. La cultura es un regalo, una llave que abre puertas. Es la única manera de que la gente sea buena. A veces, el escritor es una mala persona pero escribe un libro maravilloso. Entonces, tal vez deberíamos concentrarnos en lo que el autor hace y no tanto en lo que esperamos de él.
-Isabel Vargas, El Español