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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

La Enciclopedia de la Tierra Temprana es una de esas historias que se te quedan grabadas en la retina: contiene ternura, humor, literariedad, historia, y unas cuantas vueltas de tuerca. Pero todo tiene sentido, todo está bellamente ilustrado, todo está bien estructurado. Son historias dentro de historias dentro de más historias. Un laberinto hermoso y delicioso del que nunca quieres salir. Un refugio donde el narrador y la historia son el centro del mundo. Es magia. Es un hechizo. Es difícil narrar hechos históricos de una forma tan portentosa, jugosa, entretenida. Es posible que el arte de narrar nunca haya sido mejor expresado, narrado, poetizado.

La Enciclopedia de la Tierra Temprana que, nos avisan, no es una auténtica enciclopedia, es «una obra épica de ficción que nos lleva tras los pasos, los relatos y las aventuras de un narrador solitario en su búsqueda del conocimiento y del amor verdadero». Es decir, es una novela gráfica que honra la figura del narrador, al que le da la máxima importancia, y lo coloca en los escenarios en los que su soledad y su capacidad de supervivencia lo convertirán, aunque lo es desde el principio, en uno de los grandes narradores de todos los tiempos. La figura del narrador es, por tanto, ensalzada y alabada; la soledad que lo acompaña es la misma soledad que debería acompañar a todo narrador/escritor/cuentista/orador, y la búsqueda, su Santo Grial, no nos engañemos, es, principalmente, el amor. El narrador pierde parte de su alma y sale a buscarla. Él es del Norte, de las tierras frías; su alma, sospecha el Hombre Medicina —que es algo similar al Chamán del clan—, está más allá del mar helado, donde, dicen, hay civilizaciones, peligros y mundos inexplorados. El narrador, que siempre es valiente (¿pues qué otra opción le queda?, alguien debe serlo para poder inculcar conocimientos y emociones a los demás), se lanza a la aventura de dar con esa parte de alma perdida (por qué ha perdido esa parte de su alma es algo que el lector deberá descubrir); hasta que llegue a su destino le esperan aventuras, peligros, sensaciones y vivencias que formarán definitivamente su estructura ósea y sus entrañas y que le servirán, finalmente, para poder poner punto final a su historia.

En esta Enciclopedia hay dioses, monstruos, ancianas, reyes, locura y estabilidad, castillos, guerras, mares, ballenas, salchichas, gigantes, familias, rivalidades entre hermanos, arcas, animales, misterios… Y amor. Y todo ello narrado con una ternura y un sentido del humor portentosos. Es una novela que apela a tu sensibilidad y a tu capacidad/historia/abismo emocional; las historias —reales pero alteradas según el imaginario de Greenberg— parece una excusa para lo que de verdad importa. Pero lo hace tan sumamente bien que cada pieza es importante e inevitable. Es, sin duda, un libro en el que te gustaría vivir. Salir de él supone darse de bruces con un mundo que lo único que dicta es que hemos perdido el rumbo y la humanidad. Y esto, incluso, está presente en la Enciclopedia Greenberg: el momento en el que perdimos el mapa y la brújula y comenzamos a deshumanizarnos. Pero ¿esto acaso no lo empezaron los dioses? La religión, descrita desde un punto de vista cómico, hilarante y satírico, es otro de los ejes principales de la historia. Ese punzón, la religión, que tanta sangre ha derramado y que tantas lacras ha causado es, en esta Enciclopedia, una víctima de sí misma. Es, indudablemente, uno de los platos fuertes de la novela.

Isabel Greenberg ha cogido el mundo, casi literalmente en sus manos, y lo ha hecho suyo; lo ha moldeado, coloreado, dibujado, emborronado, mimetizado con su propia imaginación, con su propia perspectiva de la historia, del universo, del ser humano. Y lo ha hecho bello, un tanto descarnado, pero hermoso, hermosísimo.

Por Ainize Salaberri