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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

El futurista sarcástico – «Lem. Una vida que no es de este mundo», de Wojciech Orliński – La Razón

En septiembre se celebró el centenario del nacimiento de Stanisław Lem, que murió a los ochenta y cuatro años en 2006 en Cracovia, siendo para siempre un escritor de culto, creador de mundos paralelos –mentales y espaciales–, que aún despierta fascinación. Impedimenta va lanzando libros nuevos de él año tras año, como esta novedad: El profesor A. Donda. De las memorias de Ijon Tichy, que cuenta cómo el holocausto informativo ha caído sobre el planeta, pues todos los ordenadores del mundo se han destruido a sí mismos y eso ha provocado la desaparición de la los bancos de datos informatizados que hay en la Tierra.

Y como perfecto complemento aparece, en la misma editorial, una obra del polaco Wojciech Orliński, considerado el mayor experto mundial en Lem y él mismo autor de novelas y relatos de ciencia ficción, titulada «Lem. Una vida que no es de este mundo». En ella, va contando cómo sobrevivió Lem al Holocausto, lo que opinaba sobre el comunismo, de qué trata «Solaris», cuándo probó las drogas y cuál fue su experiencia, y que sucedió entre él y el escritor Philip K. Dick.

El biógrafo se adentra en multitud de detalles, a veces con un Lem que prefería no hablar de sus padres –«seguramente se debiese a que en algún momento terminaría aludiendo a sus raíces judías»–, si bien emergen algunas anécdotas al respecto, como cuando su padre fue apresado y su madre, disgustada por su prolongada detención en un campo de prisioneros ruso, viajó a Viena a ver una amiga del emperador Francisco José para pedirle al zar su libertad. Asimismo, tenemos al Lem que desde niño llenaba cuadernos con proyectos de inventos propios, «como una bicicleta con propulsión en la rueda delantera, un avión a vapor (que aprovecha la luz solar para la producción del vapor), un motor de combustión con piedrecitas en lugar de bujías, o un engranaje de transmisión planetaria».

En estos aspectos ya se ve la mente científica e imaginativa de un Lem que tuvo que detener sus estudios frente a la Segunda Guerra Mundial, cuando tenía dieciocho años. Él también sufrió el pogromo, pero no fue una de sus víctimas fatales y de lo que nunca contó abiertamente nada, ni siquiera a sus familiares más próximos, aunque dejaría de ello una descripción estremecedora en su obra La voz del amo.

Orliński, de esta manera, explica el contexto en que Stanislaw Lem vivió, cómo, por ejemplo, en el año 1942 salió el primer transporte hacia el campo de exterminio de Bełzec, con la orden por parte de los alemanes de que se seleccionara a todos los judíos que no eran útiles para el trabajo, ya fuera por edad o por enfermedad, lo cual tuvo consecuencias nefastas para algunos familiares del escritor: «Las redadas no estaban organizadas por los alemanes ni por los ucranianos, a quienes era relativamente fácil engañar o incluso sobornar, sino por otros judíos que, desesperados, luchaban por su propia supervivencia».

—Toni Montesinos, La Razón