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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

¿Por qué Philip K. Dick no quiso ir a probar el LSD en Cracovia con Stanisław Lem? – «Lem. Una vida que no es de este mundo», de Wojciech Orliński – La Vanguardia

El biógrafo y el secretario del maestro polaco de la ciencia-ficción participan en el festival 42

Philip K. Dick (1928-1982) lo denunció, totalmente convencido, al FBI: Stanisław Lem –con el que se carteaba– no existía, era un colectivo construido por la inteligencia comunista, con las siglas de Lenin, Engels y Marx, para infiltrarse en las mentes de los lectores occidentales y secuestrar a los escritores estadounidenses (en el ajo estaba el mismísimo Nixon, un comunista enmascarado). Dick blandió como prueba que los libros de Lem estaban escritos con estilos muy distintos.

Pues bien, ayer, en el festival 42 –que se celebra hasta el domingo en el recinto Fabra i Coats– se exhibieron pruebas contundentes –por si hicieran falta– contra la paranoia del bueno de Dick: Lem no solo existió, entre los años 1921 y 2006, sino que sus prodigiosas peripecias han nutrido la biografía Lem. Una vida que no es de este mundo (Impedimenta) obra del periodista Wojciech Orliński, uno de los invitados del 42.

Junto a Orliński, estaba su amigo Wojciech Zemek, que fue el secretario personal de Lem durante los últimos diez años de su vida, en Cracovia. “Le abría la correspondencia –explica–, ordenaba su biblioteca y sus papeles y me dictó alguno de sus libros. Tenía un carácter fuerte pero era muy honesto, te decía lo que pensaba al margen de los convencionalismos sociales, lo que a algunos les resultaba duro o chocante”

A Orliński lo que más le ha sorprendido es el empeño que puso Lem en borrar todos los vestigios de sus orígenes judíos: “Se construyó una historia para que no se hablara de ese tema, actuó como un mago, hizo mirara a la gente hacia otro sitio y tuvo engañada incluso a las personas más cercanas. Había visto asesinar a muchos conocidos y familiares”.

Sobre la historia de Philip K. Dick, explica que “el estadounidense no podía cobrar en EE. UU. los derechos de sus libros traducidos al polaco por un problema en el cambio de divisas. Lem, miembro de la asociación de escritores, le propuso venir a Polonia, dar unas conferencias y gastarse el dinero en moneda polaca disfrutando de la vida una temporada en Cracovia. No era mala propuesta para un adicto a las drogas como Dick, porque entonces la universidad local experimentaba con LSD y otras sustancias y pedían voluntarios para probarlas. Pero el loco de Dick creyó que ese tal Lem, fuera lo que fuera, quería secuestrarle, y dirigió una operación enorme de sabotaje a Lem que afectó mucho a sus traducciones y recepción en el mercado estadounidense, algo que aún colea”.

“Fue a ver el Solaris de Soderbergh con Clooney y se marchó indignado, porque empezaba en la Tierra”

En la biografía asistimos a escenas cotidianas (como su lucha contra el sobrepeso, por su afición a los dulces) y comprobamos las dosis de realidad que se escondían tras sus ficciones. Vemos cómo sufrió a los nazis, cuyos horrores “le provocaron un insomnio y pesadillas que arrastró toda su vida. Muchos de sus libros, en realidad, tratan de pesadillas”. Más tarde, bajo el poder soviético, su familia fue marginada por sus orígenes burgueses.

Es fascinante ver las cosas que Lem predijo, como un Jules Verne del siglo XX: “En los años 50 describe unos gadgets que son como los iPhones, redes globales como internet, y hasta la realidad virtual, que llamó Phantomatics, un nombre mucho más bonito”. También “avanzó los problemas de internet cuando lo vio nacer, fue muy crítico con él”. El secretario Zemek lo corrobora: “No se fiaba un pelo, fue de los primeros en ver los peligros, escribió el artículo Cave Internetum, donde predijo lo de Cambridge Analytica, lo fácil que era manipular a la opinión pública con esta herramienta, lo veía como algo matemáticamente inevitable”.

Se peleó con el director de cine Tarkovski. “No le gustó –explica Orlinski– la adaptación que hizo de su novela, dijo que en vez de rodar Solaris, había hecho Crimen y castigo. De hecho, la única reunión que tuvieron acabó a gritos, y lo llamó ‘estupido’”. En cambio, se mostraba incomprensiblemente más satisfecho con el trabajo llevado a cabo por su amigo Marek Piestrak –conocido cono “el Ed Wood polaco” por la risible calidad de sus producciones– que rodó dos versiones de sus novelas.

Lem tuvo, aismismo, algunos problemas con la censura porque “la teoría de la relatividad era considerada contraria a los principios marxistas y en los libros soviéticos de ciencia-ficción no se respetaba”.

Fue candidato –y hasta finalista– varias veces al Nobel pero “le perjudicaron las presiones a su favor de las autoridades polacas, lo que estaba bien visto en Suecia para que te dieran el premio era ser claramente de la oposición. Él nunca apoyó al régimen pero mantuvo un perfil discreto”.

¿Alcanzó a ver la versión de Solaris del 2002 de Steven Soderbergh, con George Clooney y Natascha McElhone como protagonistas? “Solo aguantó el principio –revela Zemek–. Fuimos al cine y, al ver que la película empieza en la Tierra, se indignó y se levantó, todo tenía que suceder en el planeta Solaris, para él”.

—Xavi Ayén, La Vanguardia