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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Cómo traspasar los limites del conocimiento con Stanisław Lem – «Lem. Una vida que no es de este mundo», de Wojciech Orliński – El Periódico

El encuentro sobre de géneros fantásticos homenajea al maestro polaco de la ciencia ficción y célebre autor de Solaris, al tiempo que aparece una biografía definitiva sobre su figura.

Es curioso, pero probablemente sin la experiencia de haber sobrevivido al Holocausto y de haberse mantenido todo lo al margen que se puede uno mantener bajo un régimen comunista no existiría el motor narrativo de las novelas del polaco Stanisław Lem (Lwow, 1921- Cracovia, 2006). El mayor representante de la ciencia ficción del bloque soviético —una etiqueta con la que él jamás llegó a identificarse— es ante todo alguien que se multiplicó en distintas facetas, científico para unos, escritor más allá de los géneros, filósofo y humanista desencantado y, por supuesto, maestro de la ficción especulativa, a menudo bastante compleja. Él nos dejó esa catedral sobre las fronteras de la psicología humana y del conocimiento científico titulada Solaris, que Tarkovski y Soderbergh llevaron al cine.

Lem está muy presente en el Festival 42, en ocasión del centenario de su nacimiento, ya que se le han dedicado una exposición y dos mesas redondas, una de ellas con la presencia de Wojciech Orlinski, autor de la más completa biografía del escritor, Lem. Una vida que no es de este mundo, en el sello Impedimenta, que lleva años traduciendo cuidadosamente sus obras. Junto con Orlinski, otro Woijciech, este Zemek de apellido, último secretario de Lem y hoy responsable de sus derechos de autor. Para un escritor que imaginó mundos para- lelos en forma de planetas pensantes, robots que viajan por el espacio como caballeros andantes y pesimistas especulaciones sobre lo que nos depararía la tecnología (fallecido en 2006, conoció un internet sin sus actuales capacidades), la vida de Lem no parece gran cosa. Pero Orlinski, su biógrafo ha logrado sacar a la luz algunos aspectos bastante desconocidos. Cómo, por ejemplo, un descendiente de judíos pero convertido al catolicismo logró capear su captura y su traslado a los campos de concentración falsificando su documentación. «A mí, que trabajé con él 10años de su vida —cuenta el secretario—, apenas me habló de la segunda guerra mundial, a pesar de que trabajó activamente en la resistencia, y, desde luego, jamás me dijo que era judío».

«Trabajé 10 años con él y jamás me dijo que tenía origen judío», cuenta su secretario.

Suele decirse que Lem se dedicó a la ciencia ficción como una forma de protegerse de la obligación de escribir textos realistas bajo los dictados soviéticos, una manera, en suma, de sortear la censura: «Quizá sea así —conviene Orliński— pero a partir de los años 70, cuando su fama estaba ya bien consolidada, él hubiera podido escribir lo que le diera la gana. No plasmó sus experiencias directamente, sino que las pasó por el cedazo de la fantasía. En su novela Edén, por ejemplo, unos astronautas caen en un planeta donde se produce una especie de Holocausto». Y en El diario de las estrellas crea un planeta situado bajo las aguas porque a la burocracia se le olvidó parar a tiempo el plan de irrigación. «La idea es que el régimen comunista ahogaba a los ciudadanos», explica Zemek. La propia angustia existencial de Lem se plasma en imágenes que el lector hoy es incapaz de olvidar, como aquella en la que su personaje, el cosmonauta Ijon Tichy, que recorre cuatro de sus libros, se encuentra consigo mismo. «Y eso es puro Freud», acota.

Desquiciado Dick

Otro de los momentos extraordinarios de la biografía es el relato del enfrentamiento de Lem con su homólogo norteamericano Philip K. Dick. Ambos autores se cartearon profusamente, pero eso no impidió que el norteamericano, en uno de sus momentos más delirantes, escribiera una carta dirigida al FBI que no llegó a enviar -pero que se descubrió entre sus papeles tras su muerte -, en la que advertía a las autoridades de un grupo sin rostro con sede en Cracovia que atendía a las siglas L.E.M. y que tenía la intención de infiltrarse en la ciencia ficción estadounidense para enviar mensajes cifrados; eso hizo que el polaco dejara de ser miembro de honor de la Asociación de Escritores de Ciencia Ficción y Fantasía de Estados Unidos.

Hombre de carácter difícil, definido por los dos Wojciech en primera instancia como «muy simpático» y finalmente como irascible e intimidante, a Lem le retrata de cuerpo entero una anécdota que aporta el secretario. «En los 90, Lem estuvo profundamente apesadumbrado durante dos semanas, hasta el punto de inquietar a su esposa, Barbara. Cuando esta le preguntó qué pasaba, Lem, en su mejor estilo dijo: “Tengo miedo de que estemos solos en el universo”». Lo dicho, un hombre complejo.

Elena Hevia, El Periódico.