Entre las primeras novedades del año me atraen de manera poderosa varias. Yo, Tituba, la bruja negra de Salem, de Maryse Condé, (traducción de Martha Asunción Alonso, Impedimenta) promete una mirada diferente a los famosos juicios de Salem en la Norteamérica del siglo XVII, desde el punto de una esclava juzgada. Recupera así la voz en aquel suceso histórico no solo de las mujeres juzgadas, sino de los primeros esclavos africanos de las colonias. Seguramente no es la típica novela que vaya a ser clasificada como de género histórico, pero parece que tiene interesante contenido y mirada sobre el pasado. Su sinopsis reza lo siguiente:
«Tituba y yo convivimos en la más estrecha intimidad durante un año. En el transcurso de nuestras conversaciones, me contó muchas cosas. Nunca se las había confesado a nadie.» Maryse Condé adopta la voz de Tituba, la esclava negra juzgada en los famosos procesos por brujería que tuvieron lugar, en medio de una fiebre de histeria colectiva, en la ciudad de Salem, a finales del siglo XVII. Hija de la esclava Abena, que fue violada por un marinero inglés a bordo de un barco negrero, Tituba fue iniciada en el arte de lo sobrenatural por Man Yaya, una de las curanderas más poderosas de la isla de Barbados. Incapaz de sustraerse a la influencia de los hombres indeseables y de baja moral, Tituba pasa a ser propiedad de un pastor obsesionado con Satán, y acabará recalando en la pequeña comunidad puritana de Salem, en Massachusetts, donde será juzgada y encarcelada, acusada de haber embrujado a las niñas del pueblo. Detenida, abandonada en prisión, Maryse Condé la rehabilita, la arranca del olvido al que había sido condenada y, finalmente, la devuelve a su país natal en la época de los negros cimarrones y de las primeras revueltas de esclavos.