Maryse Condé nació en Las Antillas en 1937 y a lo largo de su vida ha conocido el sufrimiento familiar, la segregación racial y las encarnizadas luchas africanas por la independencia. Afirmó en una ocasión que tardó en empezar a escribir, a los 40 años, porque «estaba demasiado ocupada viviendo, sufriendo, y no me quedaba tiempo para nada más». Y precisamente ahora, a los 85, se enfrenta a uno de los episodios más delirantes de la historia: los juicios de las brujas de Salem (Massachussetts), que tuvieron lugar entre 1692 y 1693 en los que se torturó, asesinó y encarceló a más de veinte personas. El reverendo Parris instigó aquellos procesos alimentados por la superstición y un feroz puritanismo religioso. Entre los acusados se encontraba la protagonista, Tituba, una esclava de Barbados antillana como la autora. La madre de Tituba la enseñó a curar con plantas y a hablar con los espíritus de nuestros antepasados que siempre nos acompañan, aunque no todos sepamos escuchar. Es un personaje real al que la autora dota de una fuerza y una sensualidad potentísimas: cuando busca en las noches a su compañero, cuando responde a las amas, crueles y caprichosas, cuando cura las enfermedades de los niños con hierbas y un afecto que su madres no tienen para ellos. En Tituba descubrimos a una mujer fuerte y sagaz.
Tratada como un animal
Por todo esto Condé deja que sea ella quien cuente su propia historia y le concede el beneficio de la primera persona para que la sintamos tan cercana y segura de sí misma como lo fue entonces. Al enfrentarse a esta historia real, Condé era consciente de que los lectores conocerían películas y series sobre el suceso, pero esta magnífica novela está dedicada a una esclava negra que se compraba y vendía como un objeto, que era tratada como un animal, puesto que su precio era mucho menor que el de las bestias. Por eso, su nombre aparece en el título en modo vocativo, como el de los grandes personajes de la historia: Yo, Tituba, la bruja negra de Salem. Como si en la última vuelta del camino, tras una vida llena de dolor y dificultades, Maryse Condé quisiera reivindicar, una vez más, la lucha, la supervivencia y la sabiduría.
▲ Lo mejor
La pasión vital y la humanidad que posee la protagonista frente a una sociedad cruel
▼ Lo peor
Nada que objetar; además, el periodo histórico y religioso está perfectamente documentado
—Sagrario Fernández-Prieto, La Razón