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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Dentro de la librería Cervantes y Compañía hay de todo. Como si fuera un antiguo almacén de barrio, en este recién abierto local de la calle Pez se agolpan sobre las estanterías títulos de todas formas, gustos y colores. Pero hay unos pocos que conforman la sección gourmet, en la que los libreros aconsejan La muerte de la bienamada, de Marc Bernard; El color de la justicia, de Michelle Alexander; London Calling, de Juan Pedro Aparicio… Volúmenes que tienen algo en común: Todos provienen de sellos independientes, nacidos en Madrid.

En España, el motor de las letras ha sido tradicionalmente catalán: Tusquets, Lumen o Anagrama insuflaron, en el tardofranquismo, modernidad a un sector anquilosado por la censura. Pero el mapa está cambiando. Desde 2001, Madrid es la región que más títulos produce (18.195 en 2013, 2.000 más que Cataluña) y una nueva generación de editores releva a la anterior. La Noche de los Libros, el 23 de abril, cumple 10 años celebrando este dulce momento de las letras con 600 actividades que atraerán a más de 100.000 asistentes.

Nórdica (2006), Impedimenta (2007), Errata Naturae (2008), Capitán Swing (2009), Gallo Nero (2010) o Nevsky (2009) son algunos de los que integran esta nueva oleada de editores. Reivindican otra forma de trabajar: sin deudas, sin ansias de crecimiento y en equipo. No reniegan de sus predecesores; abogan por la renovación. “Alfaguara y Alianza han sido estandarte de la edición cultural, más que de la comercial. Dejaron de serlo y las releva gente que tenemos la necesidad de continuar ese camino”, dice Enrique Redel, de Impedimenta.

La tecnología ha sido clave en esta emergencia editorial. Comenzaron con un portátil, una idea y un pequeño capital. En muchos casos la oficina está en casa, y su plantilla oscila entre uno y cinco trabajadores. “Antes, los costes eran mayores, solo podía editar gente con capacidad económica y era más fácil de encontrar en Barcelona por su tradición burguesa”, cuenta Diego Moreno, de Nórdica. Se ha roto aquel chiste (o maldición) de Constantino Bértolo: “Para ser editor lo mejor es ser catalán y rico”.

Este proceso de democratización permitía, en teoría, crear más allá de los grandes centros de producción: un sello en Aragón ( Xordica) o Galicia (Kalandraka). Sin embargo, algunas casas nacidas fuera del eje Madrid-Barcelona se han visto atraídas al centro. Periférica nació en Cáceres, pero en 2010 abrió oficina en la capital. Ahí trabaja Paca Flores, la mitad del equipo. La otra mitad, Julián Rodríguez, habla desde “la soledad del editor” en Extremadura: “Económicamente, tenía más sentido hacer parte del trabajo desde allí”.

El otro gran motivo para elegir Madrid es precisamente esa red de nuevos editores que se ha transformado en un gran equipo de trabajo. El ejemplo más claro es Contexto, que esconde cinco sellos: Nórdica, Impedimenta, Periférica y Sexto Piso, con sede en Madrid, y Libros del Asteroide, desde Barcelona. “No venimos de un entorno empresarial normal, sino del mundo de los fanzines [publicaciones underground de pequeña tirada]. Estamos acostumbrados al trabajo colaborativo”, explica Enrique Redel. Su apuesta dio resultado: en 2008, el proyecto ganó el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural del Ministerio, “por su irrupción innovadora” en el sector.

Juan Casamayor ha visto evolucionar esta explosión silenciosa. Su sello, Páginas de Espuma, especializado en relato, surgió a finales de los noventa, con la anterior oleada de editoriales, como Lengua de Trapo o Acantilado. “Han sabido unirse, identificar una visión de negocio. Algo que nosotros no hicimos”, admite. Alaba su labor, pero también hace una crítica: “Se están centrando en recuperar clásicos y en traducir, pero están en deuda con los escritores españoles”. De las nombradas, solo Periférica —en la colección Largo Recorrido— publica regularmente autores contemporáneos en español.

Casamayor reconoce la voluntad de recuperar a autores inéditos en el país (Nórdica incluyó a Tomas Tranströmer en su catálogo antes de que recibiera el Nobel) y de realizar traducciones de calidad (Nevsky las hace del lenguaje original, cuando en España la literatura rusa se ha tomado tradicionalmente desde el francés). Pero también ve un motivo comercial: “Para sacar las cuentas adelante; se venden mejor, e incluso son exportables”.

Los números de Nórdica cuadraron gracias al álbum ilustrado. Diego Moreno, su fundador, quería dedicarse a la literatura escandinava, pero intuía que no iba a ser rentable. Desde el segundo título apostó por la ilustración y al segundo año ya tuvo beneficios. Periférica comenzó lanzando “clásicos modernos”, que incluían a Galdós o Balzac. Gallo Nero se apoya en nombres como Pasolini o Robert Crump. Capitán Swing ha publicado a Kirk Douglas, y Errata Naturae es conocida por sus libros sobre series.

Lejos de ser una concesión, sus responsables lo ven como un triunfo: “En pocos años hemos conseguido lo que muchas editoriales en veinte, pero creo que tiene que ver con las tecnologías”, incide Redel. “Es más fácil hacer un libro y también es más fácil comunicarlo”. “Queremos crecer, pero no más de lo que podríamos abarcar como lectores”, asegura Julián Rodríguez, de Periférica. Gallo Nero, con la italiana Donatella Ianuzzi como pilar, publica unos 10 nuevos números al año. Quizás por eso Cataluña edita más títulos de literatura, historia y crítica que Madrid: en 2013, 7.431 frente a 4.529.

Ninguno parece preocupado por el futuro. Han crecido dentro de la crisis y sus ventas se han visto afectadas (cayeron más de un 10% en 2013 con respecto a 2012, según la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros). Pero menos que las de las grandes, asegura Casamayor. Una galaxia de librerías culturales, lectores y medios los apoyan y las cuentas están saneadas. Pero hay un miedo: Haber vivido demasiado deprisa. “Si las editoriales tienen ciclos de vida de 40 años, quizás el nuestro lo estamos quemando más rápido”, teme Redel. El veterano Casamayor les concede una victoria, pase lo que pase: “Dentro de 20 años podremos decir que esta oleada ha conseguido enriquecer las bibliotecas de los lectores”.