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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Simbiosis de alta y baja cultura – «Poesía esencial», de Mircea Cărtărescu – ABC Cultural

Su poesía es culta, rica en múltiples referentes musicales, plásticos y literarios

Como muchos novelistas, Mircea Cărtărescu (Bucarest, 1956) tiene una protohistoria poética que no ha de considerarse una etapa en el desarrollo de su obra sino que, por su calado y dimensión, ha de ser vista en su simultaneidad con su prosa. Surgido bajo el influjo de los beats y siguiendo, sobre todo, el camino abierto por Aullido, de Ginsberg, el llamado Cenáculo del lunes, iniciado en 1977 en la Facultad de Letras de la Universidad de Bucarest, modificó el paradigma poético y literario de la Rumania de entonces, adelantándose -como los novísimos en España- una década al cambio político y social que hubo en su país. Allí se produjo y se dio a conocer su poema La caída, definido como «un delirante remolino de palabras».

Con un inteligente uso de la ironía, un abandono de lo convencional y un cuidadoso manejo de los recursos del lenguaje, Cărtărescu creó un espacio de guiños y complicidades con el lector que desde entonces no ha hecho sino crecer y profundizarse.

Vértigo lingüístico

Con la acumulación de enumeraciones más lógicas que caóticas, su escritura recuerda a la automática de los surrealistas, aunque no lo es. Poesía culta, rica en múltiples referentes musicales, plásticos y literarios, y en la que hay una equilibrada conjunción y simbiosis de alta y baja cultura, su lectura produce en el lector una especie de vértigo lingüístico, en el que las palabras se superponen y generan las unas a las otras y en cuyo torbellino semántico asistimos a descripciones urbanas y a parodias de Eliot e incluso a un poema, titulado Una motocicleta aparcada bajo las estrellas, en el que este vehículo recibe el mismo tratamiento y desempeña la misma función que Calímaco dio a un molusco, y Catulo, a una embarcación.

Las cascadas de imágenes como lluvia de estrellas, el culturalismo como sistema productor de sentido, los términos tomados de las ciencias naturales, la poesía preferentemente escrita en inglés y las citas en francés y en latín, configuran un estilo basado en la idea de que «de la palabra queda solo el ideograma/cuyo sentido se ha olvidado». Su libro Faros, escaparates y fotografías (1980), compuesto por seis poemas, es un programa que anuncia, concentrado en él, todo o casi todo lo que luego escribirá. Erótico, narrativo y confesional en sus Poemas de amor (1983), y en Todo (1985) destacan sus poemas Pompeya y Él yo mismo y Uno de mis días felices.

Dotado para la elegía, que cultiva pero sin abusar, reconoce no creer «ya en la poesía de efectos estilísticos», aunque admite que no encuentra «otra forma de hacer poesía». Y la suya cumple este precepto. Y en su último libro, Nada, publicado en 2010, su dicción se vuelve más descarnada y existencial. Su evolución es tan coherente como lógica. La versión —como la selección— es magnífica.

—Jaime Siles, ABC Cultural