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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

El espejo cósmico – «Una casa llena de gente», de Mariana Sández – Pérgola

La primera novela de Mariana Sández es un despelleje familiar en clave irónica con un lejano fondo de ternura

Avalada por la siempre exquisita Impedimenta, Una casa llena de gente ha resultado un verdadero hallazgo, una de las sorpresas más gratas de lo que llevamos de tempo-rada. Firma la argentina Maria-na Sández, de quien en esta página nos declaramos fans súbitos e irremediables. Aprovechamos también para reivindicar el rescate de su anterior libro de relatos, Algunas familias normales.

Por lo que sabemos de esa co-lección, y tras la lectura de esta simpatiquísima novela, parece que el centro de la narrativa de Sández es justamente ese, la fa-milia y sus aledaños, definidos aquí como “un montón de voluntades puestas a convivir a la fuerza”. La protagonista, y parte implicada, trata de reconstruir la trágica peripecia de los Almeida, rastrear las causas de su casi definitiva desintegración. La primera y más evidente de esas causas es la muerte de la madre, pero se adivinan otros motivos ocultos, estrechamente ligados al adosado o castelo o sandcastle que los vemos estrenar y que ha sido en parte financiado por los abuelos.

Justo es decir que entre los Almeida, sobre todo en su facción femenina, el nivel de suspicacia y rivalidad alcanza lo radiactivo, pero sus vicisitudes no son tan insólitas. Leila presenta conductas disfuncionales, Granny es una metomentodo y una vampiresa emocional, Gloria dirige su vida en base a las cartas astrales… Nada, como se ve, demasiado grave. Pequeñas extravagancias achacables a una ascendencia inglesa de la que no to-das hacen gala. El conjunto es heterogéneo pero más o menos bien avenido. Con sus tiras y aflojas, sus tabús y sus zonas de sombra. Como cualquier familia refundada. O ca-si. Los Almeida son una élite moderadamente exitosa, gente culta y leída, pero también enrevesada y narcisista. Sus sofisticadas turbiedades permanecen latentes y amenazan con explotar a la menor ocasión. Nada que ver con los coléricos Vilendi, los vecinos, cuya infelicidad tiene fundamentos mucho más convencionales.

La argentina Mariana Sández sostiene una gran calidad de página y sin duda posee eso que llamamos mundo propio

El personaje mejor perfilado es el de Granny, en constante evolución. Nos la presentan co-mo alguien con una visión del mundo simple y estricta, y una idea precisa sobre cómo deben vivir sus vidas los demás. Después descubriremos que tiene sobradas razones para preocuparse.

La narradora, que ha presenciado algo traumático, no se corta a la hora de airear miserias, manosear trapos sucios. Empieza a contarse desde niña y enseguida se retira cualquier medalla que el lector quiera colgarle. Nos aclara que pretende recomponer las piezas del puzzle que es su propia vida, y que su intención última es armar una ficción con esas piezas. Y claro que la memoria puede purificar y hasta idealizar el pasado, pero por lo general el tiempo conduce a las personas al descreimiento y quizá también al cinismo.

Sández sostiene una gran calidad de página y sin duda posee eso que llamamos mundo propio. Despacha temas espinosos con una voz cercana y amable, rebajando el psicodrama con grandes dosis de ironía y ocasionales ramalazos de puro ingenio. Desliza reflexiones de cala-do de un modo leve y tramposo, medio en joda, y refleja la complejidad de cada personaje a partir de la brillante explotación de sus particularísimos idiolectos.

—Miguel Artaza, Pérgola