Muchas ciudades se corresponden y se conocen por tener lugares legendarios o míticos de los que han sido protagonistas a lo largo de su historia, por ser soporte de acontecimientos que han marcado su curso o por ser simplemente lugares que conectan y simbolizan con determinadas ideas, experiencias, pensamientos e incluso sentimientos. En París se encuentra su famoso Puente de las Artes (Pont des Arts o Passerelle des Arts). Arquitectura que se eleva sobre el río Sena y conecta el Quai Malaquais y el Quai Conti a la altura del Instituto de Francia, en el distrito VI, con el Quai François-Mitterrand y el Quai du Louvre a la altura del Cour Carrée del Palacio del Louvre (que se llamaba «Palais des Arts» durante el Primer Imperio), en el distrito I.
Patrimonio de la UNESCO, es el lugar que simboliza la influencia cultural de Francia en el mundo. Lugar de los famosos candados que dejaban los enamorados, y recientemente parece que no está siendo atendido todo lo que el ciudadano de París querría, al ofrecer un claro deterioro en su estructura. Pero arquitectura aparte, la dibujante francesa Catherine Meurisse (1980), vuelve a ofrecer una genial e imprescindible novela gráfica con el Puente de las Artes como excusa.
Me considero todo un enamorado de su trazo y de lo genial que combina con las historias que cuenta, de una forma inteligente y práctica, lo que hace es atraparte como lector, arrancarte una sonrisa de complicidad, y a su vez, instruirte en las artes. Con su obra El puente de las artes (Impedimenta) la autora superviviente del atentado a la revista satírica Charlie Hebdo, que se salvó porque no pudo llegar a tiempo a la reunión prevista, aunque sí escuchó el ataque de camino a la oficina; con su estilo libre y vivo, sin el menor complejo, se lanzó con la La Comedia Literaria (Impedimenta) a redescubrir a los grandes escritores franceses, desde la Edad Media hasta el siglo XX, transformándolos en estrellas de rock.
Ahora, Meurisse observa, radiografía e incluso disecciona los peligrosos vínculos entre pintura y literatura con El puente de las artes. Mediante una magnifica estructura narrativa y gráfica hace rimar erudición con humor. Una lectura hilarante, que nos habla de ese encuentro entre la pintura y la literatura desde el siglo XIX hasta principios del siglo XX. Hasta entonces, estas dos artes se mantuvieron algo distantes, pero con la llegada del romanticismo, las diferentes Artes tendieron a acercarse. A través de anécdotas, citas, junto con algunas digresiones humorísticas y un estilo en el que a veces niega y rechaza la autoridad de maestros, normas y modelos. Nos acerca esa pintura y literatura francesa con una serie de historias, en pocas páginas, que giran en torno a un autor, un pintor, un pequeño grupo, en diferentes momentos.
Se ve que Meurisse no le teme a nada. Utiliza a Baudelaire como guía del museo. El capítulo tiene gracia porque el autor de Las flores del mal nos enseña a distinguir una obra maestra de una que no lo es y en el que el bombero y pintor ultraacadémico Jean-Léon Gérôme se lleva la peor parte. Para Baudelaire, el verdadero genio fue Eugène Delacroix, cuya pintura pura estaba a mil años luz de la pintura pulida que imperaba en la época. También le da cabida a Zola, un apasionado del arte pictórico. En La obra (1885), puso en escena a un pintor fracasado, Claude Lantier, que se ahorcó desesperado frente a sus propios lienzos. El medio pictórico se pregunta quién está representado en los rasgos de Lantier. Cézanne lo sabe. Es el. Nunca perdonará a Zola, su amigo.
Anécdotas que desfilan por sus páginas e instruyen al lector, nunca aburridas, siempre enriquecedoras y originales. Desde el robo de la Mona Lisa en el Louvre que provocó un poema de Apollinaire, hasta la novela de Balzac La obra maestra desconocida de la que nació La belle noiseuse y las ilustraciones de Picasso en 1931, sin olvidar las locas aventuras de Marcel Proust pintado por Elstir.
Meurisse nos invita a descubrir los vínculos entre escritores y pintores repasando con su humor característico la historia de la literatura y la historia del arte, y destacando las íntimas correspondencias entre escritura y pintura. Un cómic de gran trabajo, sumamente rico y muy bien documentado en el que se juntan dos grados de lectura: la del posible ignorante total del tema y aquí puede encontrar una buena distracción con estos cuentos en los que el humor aflora en cada viñeta, picando su curiosidad de conocer más sobre aquello que aborda; y el amante del arte y la literatura, según su nivel, podrá comprobar lo que ya sabe o encontrar una nueva base para profundizar en sus conocimientos, pues podrá detectar muchas alusiones e insinuaciones artísticas.
En definitiva, un cómic repleto de una gran riqueza de información y que tiende su puente secuencial repleto de luz entre escritores y pintores, consiguiendo la hazaña de contar, con una mirada fresca e irónica y que sólo le pertenece a ella -Meurisse-, esas pequeñas historias de grandes amistades entre las artes. Un álbum, a la vez erudito, divertido, irreverente y lleno de amor hacia esas artes que harán las delicias de los amantes del arte y la literatura, convirtiéndose en una obra imprescindible para colocar sin dilación alguna en la biblioteca de todos aquellos lectores.