Difundido como una de las grandes apuestas de Impedimenta para esta temporada, Malaventura no solo cumple tan ambiciosas intenciones, sino que las supera, dejando para la posteridad una de esas novelas o libros de cuentos que, en realidad, son novelas para los que no cabe otra que rendirse ante una evidencia mayor: la de estar ante una de las experiencias narrativas más apasionantes que nos ha brindado la literatura española en estos últimos años. Y es así por varias razones. La primera de ellas por el propio estilo empleado por el autor a la hora de enhebrar tan inspirada revitalización de las formas derivadas del neorromancero. Porque, no nos engañemos, este libro de estilo clásico lo es, precisamente, por destilar modernidad por los cuatro costados. La misma que es aplicada a través de una premisa por encima de todas: anteponer la recreación de un estado de ánimo coral a la búsqueda de un guion tejido alrededor de una historia central.
A través de dicha finalidad, el más conocido por sus guiones para películas como “Toro” (Kike Maíllo, 2016) hibrida la esencia misma del spaghetti western con el contexto de una Andalucía de fábula, gótica y sureña hasta la médula. El propio autor de este libro ha llegado a reconocer que para él el wéstern europeo se trata de un género andaluz en esencia.
Mediante semejante disposición, asistimos a un desfile de personajes memorable donde el símil flamenco es la llave de un imaginario más cercano al homo sapiens descrito por Valle-Inclán que al arquetipo lorquiano. Así es como Fernando Navarro (Granada, 1980) reviste sus creaciones, con el plus de un estilo insuflado por el deje andaluz destilado en su vibrante escritura. La misma que nos describe a un burrico testigo de una matanza o a todo un carrusel de seres que refuerzan la concepción de una Andalucía mágica y salvaje. La misma que es atravesada por demonios y hechiceras, pero también por bandoleros apaleados.
A partir de esta base, Navarro explota un crisol de virtudes creativas volcadas en lo que es su primera novela, hecho que no deja de ser tremendamente sorprendente, aunque estemos hablando de un más que consumado guionista, que ha llegado a trabajar con directores como Paco Plaza, Jaume Balagueró y Álex de la Iglesia.
Dicho esto, otra de los grandes valores contenidos en este libro es su asombrosa capacidad de síntesis y su trepidante ritmo verbal, ornamentado por medio de una riquísima poetización narrativa, en la que el humor brota fluido y concentrado con la intrigante estampa de la media sonrisa.
Hilvanado en torno a los poderes que otorga el enfoque de la primera persona, tan atinada voz de voces engrandece la mirada colorista y mortuoria de una lectura tan apasionante como abocada a su implantación absoluta dentro del subconsciente correspondiente al imaginario popular. De cum laude, que se suele decir en tan contadas ocasiones.
—Marcos Gendre, Rockdelux