Si desde los púlpitos políticos se intenta reparar su memoria, desde la literatura se busca recrearla.
Las mujeres acusadas de brujería no comían niños por las noches o viajaban en escobas al encuentro del mismísimo diablo. Simplemente eran curanderas, parteras o matronas con conocimientos sobre medicina y botánica, además de víctimas de una ola feminicida que recorrió la Europa Moderna.
Casi medio milenio después, parlamentos como el de Cataluña o el de Escocia tratan de reparar su memoria. Un cambio de perspectiva que se refleja en los numerosos libros que en tiempos recientes, ya sea a través del ensayo o la narrativa, dibujan la figura de las brujas como transmisoras de remedios ancestrales, conocedoras del poder de la naturaleza, creativas, espirituales, deseantes, independientes y hermanadas las unas con las otras. Aquí una selección representativa.
Las mujeres acusadas de brujería no comían niños por las noches o viajaban en escobas al encuentro del mismísimo diablo. Simplemente eran curanderas, parteras o matronas con conocimientos sobre medicina y botánica, además de víctimas de una ola feminicida que recorrió la Europa Moderna.
Casi medio milenio después, parlamentos como el de Cataluña o el de Escocia tratan de reparar su memoria. Un cambio de perspectiva que se refleja en los numerosos libros que en tiempos recientes, ya sea a través del ensayo o la narrativa, dibujan la figura de las brujas como transmisoras de remedios ancestrales, conocedoras del poder de la naturaleza, creativas, espirituales, deseantes, independientes y hermanadas las unas con las otras. Aquí una selección representativa.
Yo, Tituba, la bruja negra de Salem, de Maryse Condé. Impedimenta.
Tituba, mujer negra en el Salem puritano de finales del siglo XVII, fue encarcelada por brujería. Publicado en 1986, este libro da voz a la esclava de Barbados que narra su propia historia: la de una mujer acusada de hechizar a unas cuantas niñas del pueblo. Un retrato de Tituba, iniciada en la magia, los saberes ancestrales y los poderes sobrenaturales gracias a su madre adoptiva Man Yaya, pero también una crítica a la esclavitud, el racismo o el deseo femenino. La inclusión de fragmentos literales de los interrogatorios judiciales enriquece la trama.
—Marisa Fatás, 20 Minutos