cabecera 1080x140

Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

En ‘Malaventura’, Fernando Navarro enmarca en un ambiente inventado un ‘western’ entre Leone y Tarantino

Compré hace treinta años un libro que siempre tengo a mano. Es la ‘Guía de lugares imaginarios’ escrita por Alberto Manguel y Gianni Guadalupi, que publicó Alianza en una edición de gran formato con pequeñas ilustraciones y mapas ficticios. Recoge por orden alfabético más de 600 lugares inventados, descritos con minuciosidad, que han servido de paisaje a obras sobre todo literarias, aunque también hay algún escenario de cine, como la Isla de la Calavera en la que reinaba el descomunal gorila Kong. En la guía te encuentras con las ciudades invisibles de Italo Calvino, la abadía de ‘El nombre de la rosa’, la Alta Plana de Jünger, el desierto de los tártaros de Dino Buzzati o el Monte de las Ánimas de Bécquer. Conservo la costumbre de abrir el grueso volumen al azar para leer el lugar imaginario que toque en suerte y saber a qué autor y obra pertenece.

Situar una narración en un lugar imaginario es un recurso literario frecuente, no privativo del género fantástico. No solo el lugar, sino también el tiempo y las sociedades, pueden ser puras invenciones, la creación de un mundo completo. Es la construcción de Tolkien en ‘El señor de los anillos’ y de las novelas de George R.R. Martin que dieron pie a la serie de ‘Juego de tronos’.

Una variante es que la ubicación sea un lugar que existe, pero dotar a ese escenario de características imaginarias. Kazuo Ishiguro parte de Inglaterra en la Edad Media para llegar a una inquietante fantasía social en ‘El gigante enterrado’. Y es lo que hace el avezado guionista Fernando Navarro en ‘Malaventura’, su ópera prima en novela. Transcurre en un tiempo abstracto, más o menos contemporáneo, en una Andalucía recreada con una estética entre romancero lorquiano y espagueti ‘western’. Algunos topónimos concretan que es el este de la provincia de Granada (con referencias al desierto almeriense de Tabernas), donde se habla con diminutivos en ‘ico’ que emplea el narrador con cierta profusión y que te lleva a pensar en maños más que en andaluces. Ese tono y ambiente sirven para la caracterización de personajes a la medida de sus violentas y crueles andanzas, que no excluyen un apreciable humor negro. ‘Malaventura’ ha sido recibida con elogios de originalidad. No le resto méritos, pero me ha fallado conectar del todo con su propuesta, que me parece un tanto prefabricada y de resultado artificioso (por ejemplo en los pasajes de violencia estilo Tarantino). Se me hace más difícil la suspensión de la incredulidad en una obra de tales características. Me pasó en parte lo mismo con ‘Libertad’, la serie de Enrique Urbizu, que es un brillante director. En este caso, la Andalucía con bandoleros a comienzos del XIX que muestra resulta algo excesiva y parecida al México de ‘Quiero la cabeza de Alfredo García’ de Sam Peckinpah.

Creo que se consigue un ambiente más eficaz para lo árido y la violencia seca desde parámetros realistas en todos los sentidos, como hace Ignacio Aldecoa a través del campo castellano y un adusto ruralismo en su memorable novela ‘Con el viento solano’. O del mismo modo, un escritor que me gusta, el norteamericano Donald Ray Pollock, que utiliza el subdesarrollo de Knockemstiff, su poblacho de Ohio, para ubicar a personajes de hilarante y peculiar degeneración que te crees del todo. O Cormac McCarthy en su obra maestra ‘Meridiano de sangre’, donde la brutal banda de cazadores de apaches alcanza una cualidad metafísica en su escalada de masacres y el progresivo enloquecimiento.

Otra variante es el modelo de realismo temporal y de ambiente para introducir lo irreal con mayor contraste y relevancia. Así lo pone en escena Buñuel para remarcar los comportamientos surrealistas de sus personajes en ‘El discreto encanto de la burguesía’. Va aún más allá Leos Carax en su fascinante película ‘Holy Motors’, donde lo que se inventa es la propia existencia: la vida como la sucesión de una serie de roles dispares y extremos que se interpretan en cumplimiento de las directrices de un extraño guion.

Abro al azar por página avanzada la ‘Guía de lugares imaginarios’, a ver qué sale. Se me van los ojos a ‘PAUK’ porque subrayé esa breve entrada en la primera lectura. Dice así: «Vasto lugar habitado por una araña tan grande como un hombre. Los viajeros que llegan a Pauk pasan el resto de su vida contemplándola aterrados». Aparece en ‘Besy’, de Dostoyevski.

Juan Bas, sábado, 7 mayo de 2022