Resulta difícil elegir una sola virtud de ‘Caso clínico’ para iniciar esta reseña, porque tiene muchas y consolida sin fisuras a Graeme Macrae Burnet (Kilmarnock, 1967) como uno de los más interesantes manipuladores vivos del suspense literario, un elemento con el que ya nos sorprendió tanto en ‘Un plan sangriento’ como en ‘La desaparición de Adèle Bedeau’, y con el que regresa ahora a los estantes de nuestras librerías para ofrecerle al lector la que es sin duda su novela más lograda.
Ambientada en el Londres de los años sesenta y basada en la solidez de sus dos personajes protagonistas, el famoso psiquiatra A. Collins Braithwaite y una misteriosa paciente oculta bajo el pseudónimo de Rebecca Smyth, cuyas intenciones a la hora de empezar la terapia son dignas de las mejores tramas de Patricia Highsmith o Alfred Hitchcock, ‘Caso clínico’ brilla no solo por lo que nos cuenta, la inmersión en dos caracteres que con un ritmo pausado y sobrecogedor van descubriendo ante quien devora el relato su extraordinaria porción de sombra, sino también —y sobre todo— por cómo lo cuenta, a partir de una estructura casi documental, que alterna el diario con el perfil biográfico y siembra con maestría la incertidumbre acerca de si los hechos narrados ocurrieron realmente o no.
Para reforzar esta ambigüedad, Macrae Burnet, como el mejor equilibrista, se sitúa en la frontera de lo verificable e incorpora a su historia secundarios de excepción, entre los que destacan Paul McCartney o Dirk Bogarde. Con ellos y su naturalidad a la hora de interactuar con otros perfiles que suponemos inventados, el autor nos lleva a interrogarnos acerca del que tal vez es el misterio más grande de la literatura: su relación con la Verdad; un vínculo que en ‘Caso clínico’ crece en paralelo a la reflexión sobre la identidad, sobre quiénes somos y quiénes nos prohibimos ser, educados en una creencia que A. Collins Braithwaite desafía con temeridad en sus teorías y a la que Rebecca Smyth se enfrenta en su lucha por afianzar su personalidad: que solo puede haber intermedio sentimental.
—Marina Sanmartín, ABC Cultural, 28 de mayo de 2022