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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Los mundos internos de «Tokio, estación de Ueno» – Zenda

En 1999 ya había 20 000 vagabundos en Japón. Y en el parque de Ueno de Tokio, cuando hacía buen tiempo, eran 1000 los que merodeaban por allí con sus bolsas de plástico, cartones y tetrabrik. Miraban al suelo y se ocultaban la cara. Sentían vergüenza. De todo aquello escribí un Testigo Directo en El Mundo, que en aquel momento se publicaba en la última del periódico, en la contraportada, junto al artículo de Umbral. El del maestro aquel día se llamaba La velocidad.“Japón ya tiene pobres”, titulé —gracias, Carlos Salas, por entonces redactor jefe de Internacional, por ver la historia—. Han pasado 23 años y esta semana empiezo a leer Tokio, estación de Ueno, de Yū Miri. La novela la ha publicado esta primavera Impedimenta y en la faja lleva frases elogiosas. La avala su National Book Award 2020.

Miro quién la ha traducido. ¡Tana Õshima! Tana es nipo-española. Su padre es japonés y su madre castellana. Coincidimos, como muchos amigos y baluartes zendianos, en la siempre mitificada —por derecho, porque esos años jamás se nos olvidarán y los tenemos siempre presentes cuando nos vemos— redacción de Pradillo, 42.»La escena se sitúa en la capital japonesa justo antes de los preparativos de los Juegos Olímpicos de 1964″

En septiembre de 2001 Tana presentó mi exposición Japonesas, retratos de mujeres de su país. La novela que ha traducido la he comprado precisamente en Deviaje, en la sección de Japón, justo en la pared donde estaba colgado el retrato que hice de una niña de unos 4 años que miraba con ojos de anime a la Nikon F50 analógica. Eran tiempos de las primeras lecturas japonesas en la línea Yamanote.

La traductora vive en Nueva York y responde por correo electrónico a las preguntas de Zenda sobre su trabajo en Tokio, estación de Ueno, una obra que desprende verdad, una atmósfera inquietante, un arranque de frases directas, un paisaje de la memoria que evoca el espíritu de Kazu, el protagonista de esta historia. La escena se sitúa en la capital japonesa justo antes de los preparativos de los Juegos Olímpicos de 1964.

“No tengo un método en concreto. Me leo el libro en japonés y luego voy traduciendo frase a frase. El proceso es artesanal. Casi todo el trabajo transcurre en un campo intangible que es la mente, así que no hay herramientas materiales que valgan. Cuando se traduce del japonés, además, hay que reconstruir las frases casi al revés, y eso condiciona también el proceso de traducción: es necesario «sujetar con pinzas» mentalmente los elementos que contiene cada frase (no sólo gramaticales, sino de tono, intención, ambiente, sentimiento…) para reconstruirla en español”.»La autora de la novela nació en Tsuchiura en 1968, pero su familia es de origen coreano. Este asunto es de gran importancia»

Para traducir, expone Õshima, lo primero es leer. “Es la lectura más íntima y profunda que se puede hacer de un libro. En segundo lugar es escribir, y me encanta escribir. Traducir literatura es además sumergirse en una obra artística y en la cabeza de quien escribió. Pero lo que más me llena (no utilizaría la palabra «seducir») es poder tender un puente entre dos culturas (la española y la japonesa) que son mías y que siempre han estado muy separadas y poco comprendidas entre sí. Esa separación la he interiorizado siempre con un poco de angustia, y aunque sigo notando que hay una gran brecha entre Japón y España, acercar la literatura japonesa al lector español o hispanohablante es una manera cómoda para mí de compartir mi biculturalidad y birracialidad”.

La autora de la novela nació en Tsuchiura en 1968, pero su familia es de origen coreano. Este asunto es de gran importancia. Porque refleja “el cambio que empieza a llegar y sobre todo el que está todavía por llegar. Históricamente Japón ha maltratado a los coreanos, y en este caso concreto a los nacidos en Japón, a los que se les niega la nacionalidad japonesa aun siendo de cuarta, quinta o sexta generación”.

Yū Miri ha tenido un gran éxito editorial, y al mismo tiempo la suya es una novela erudita, un libro con una gran densidad de kanjis (ideogramas); palabras que normalmente se escribirían en katakana (uno de los dos alfabetos japoneses) aparecen en kanji, y además hay una mayor presencia de kanjis «difíciles» (de los que se estudian en la universidad y no en la escuela primaria o secundaria), cuenta la traductora.

Habla Õshima: “Mi aproximación a la traducción del japonés es clara: hay que trasladar la cultura japonesa a la española tocándola lo menos posible, dejándola casi intacta. Porque la traducción nunca es sólo lingüística, sino sobre todo cultural. Y a la hora de traducir una cultura es muy importante ser consciente de cómo se está representando esa cultura”.

Miri y sus mundos internos, que son también los de Õshima.

—Agustín Rivera, Zenda, 3 de junio de 2022