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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Siempre y eterno Shakespeare – «La escuela de Freddie», de Penelope Fitzgerald – El Comercio

Definitivamente, me encantaría vivir, aunque fuera solo una temporada, en el frío y lluvioso Reino Unido. Perderme por sus ciudades y pueblos e ir a los salones de té. También al teatro, pero no a ver cualquier obra, no. Acudiría a la representación de cualesquiera textos de Shakespeare porque, ¿hay algo que represente mejor el patrimonio y la identidad británica? No sé si alguna vez se lo he dicho, pero soy una enamorada de Shakespeare. Hasta la médula. Lo soy desde que con 15 años mi profesora de literatura del instituto, Lola se llamaba, nos llevara al teatro Arriaga de Bilbao a ver ‘Romeo y Julieta’. Qué sensación. Qué maravilla. Shakespeare me conquistó y se quedó, para siempre, pegado a mí. De hecho, se me pegó tanto que hay quien dice que mi forma de escribir, sobre todo en cuestión de finales, es un tanto shakespeariana. Tal vez.

Así las cosas y así mi enamoramiento, ¿cómo no disfrutar de una novela en la que se habla de teatro y de Shakespeare con tanta pasión? Son, junto con las costumbres y la educación británica –también sus paisajes que, de forma menor, igual salen reflejados–, el esqueleto de esta peculiar historia basada en las vivencias de la propia autora, Penelope Fitzgerald, como profesora de niños actores en la escuela de teatro Italia Conti de Londres. También crea esqueleto, cómo no hacerlo, el teórico odio que, según dice la leyenda, Shakespeare sentía por los niños. Es por eso, aseguran los expertos, por lo que el autor escribía papeles tan complicados para los infantes.

Fitzgerald, con la que ya disfrutamos en ‘Voces humanas’, ‘A la deriva’ y ‘La librería’, escribe despacio. ¿Y esto que significa?, se preguntarán. Esto significa tan solo que no es una novela para leer con prisa. Dejemos, por favor, las prisas a un lado –¿Desde cuándo leer es una competición? ¿Quién nos persigue?– y saboreemos la capacidad de convertir lo que en apariencia es simple cotidianidad en un día a día significativo que puede cambiar el rumbo de la vida y hasta de un país. Hay que saborear las palabras, las acciones y los diálogos de la que se considera una de las novelas más profundas y a la vez divertidas de la escritora inglesa, y que describe el final de una época. La muerte paulatina de la educación teatral convencional (estamos en la década de los 60) para dar paso a una orientada al mundo de la televisión. Saborear unos personajes que podemos ver y sentir tanto desde el palco más lujoso como desde bastidores.

—Verónica García-Peña, 17 de junio de 2022