Somos carne de rumores. Nos encanta ir viendo lo que se dice de un libro, recopilar información, ver las opiniones de gente a la que prestamos atención, y después tomar la decisión de acompañar nuestro tiempo con esa obra. Es posible que yo hubiera decidido leerlo, además, por ese efecto que tienen prácticamente todas las portada de Impedimenta, pero en un principio fueron los comentarios en las redes sociales que describían a Oso como una «rareza», como una historia «inclasificable», con ciertos elementos –no los destriparé aquí para no evitar que nadie se acerque al libro– que convertirían una historia en apariencia corriente en algo alejado de los estereotipos de la época. Así que no lo pude evitar. Cogí el libro, empecé a leerlo, y en un momento determinado vi cómo mis ojos se abrían desmesuradamente y comprendía el porqué de aquellos comentarios que habían hecho que me acercara a él. En ocasiones, los rumores llevan algo de verdad, y también en ocasiones, se habla de un libro por su capacidad de transgresión o de diferencia respecto a los otros títulos que se publican –por miles– a lo largo de todo un año, y la calidad va de la mano de todo lo que se haya podido comentar sobre él. ¿Qué es lo más importante en una lectura como esta? Descubrir que por mucho que se haya hablado de un libro siempre podemos ser capaces de descubrir cosas nuevas que no nos esperábamos.
Lou abandona su trabajo como bibliotecaria, encargada de inventariar los libros de una mansión situada en una remote isla. Mientras se instala en ella, descubre que la isla tiene otro habitante: un oso. En la soledad de la isla, Lou establecerá una relación diferente con él, entendiendo que él será capaz de cubrir absolutamente todas sus necesidades.
El escándalo debe interpretarse siempre en función de la época en la que se publica un libro. Es posible que, aquellos que se vean leyendo este libro, no entiendan qué es lo que ha causado tantas palabras sobre Oso, pero aunque no lo parezca, si nos detuviéramos un poco y comprendiéramos que fue publicada en 1976, en los años en los que la liberación sexual todavía no estaba afianzada, es posible que nuestra perspectiva sobre las implicaciones que tiene este libro cambiarían. Novela sobre literatura, obra sobre el deseo y la soledad, y un divertimento exquisito que, con traducción magistral de Magdalena Palmer, es como un pequeño paseo por su forma de narrar, de describir los paisajes, y de construir imágenes llenas de poca contención, esta obra de Marian Engel supone, sobre todo en su segunda parte, una transgresión en aquellos años oscuros en los que la mujer sólo debía deberse a su casa y para aquellas mentes que, cerradas por las cajas fuertes de la ideología y la rancia debilidad, no entenderán absolutamente nada de lo que aquí se cuenta.
Si algo hay que destacar de esta lectura es ese proceso en el que vemos a una Lou que parece una niña inocente, hasta los últimos momentos en los que parece abrirse a un mundo que no conocía. Marian Engel, a través de la figura de la naturaleza, de un animal como el oso, nos lleva por un trayecto que unido a la literatura, puede significar una especie de portazo a las convenciones, pero también una de esas historias que se leen sin casi darse cuenta que hemos llegado al final. Sí, he dicho desde el principio que no hablaría de aquello de lo que todo el mundo hablaba, de esas imágenes finales que son las que incluyeron el término «escándalo» en la lectura de Oso. Porque en realidad para mí tampoco supusieron tanto, de hecho se convirtieron en una anécdota que, entendiéndolas en la totalidad de la obra, casaban a la perfección con aquello que se nos pretendía contar. Una vuelta a los orígenes, un último intento de luchar contra el mal extendido de la soledad, una visión de la libertad de la mujer a escoger quien dormita y comparte cama con ella, y sobre todo un viaje por la literatura. Porque no nos olvidemos que los rumores han sido siempre uno de los deportes nacionales de este país. Pero pocas veces se intenta ir un poco más allá.
Por Sergio Sancor.