Me reencuentro con ‘Vacío perfecto’, con el que Impedimenta comenzó a publicar la ‘Biblioteca del Siglo XXI’
Stanislaw Lem. /ARCHIVO
Siempre he admirado el trabajo de los editores. Yo también me aproximé a este oficio a principios de los años ochenta, y eso me hizo darme cuenta de la importancia que tiene apostar por los escritores, leer sus libros, hacer el editing correspondiente, elegir formato, portada, traducción, distribución…, todo lo que supone crear un buen catálogo.
Mi admiración viene desde los clásicos José Janés, Luis de Caralt, Joan Grijalbo, Manuel Aguilar, Pancho González, Jaime Salinas, Carlos Barral, Beatriz de Moura, Rosa Regás, German Sánchez Ruipérez, Jorge Herralde…, que han marcado el pulso cultural de este país, incluso en tiempos poco propicios.
Ahora, con los nuevos que han tomado el relevo en esta labor encomiable de la edición, de los que espero seguir hablando, resalto la de Impedimenta y su editor, Enrique Redel, quien se encarga, además, del diseño de la colección, de la revisión y la coordinación editorial.
En 2007, Impedimenta se presentaba con un doble objetivo: «Por un lado, ser una editorial que ayudara a recuperar y revelar aquellas obras fundamentales del canon occidental que ya no se podían encontrar en las mesas de novedades de las librerías; y, por otro, presentar aquellas obras que consideramos merecedoras de la denominación de «nuevos clásicos modernos», con la confianza de que se incorporasen al canon de una manera consolidada. Sólo un año después fueron distinguidos con el premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural.
Invito a los lectores a entrar en su página web y comprobar la calidad de los autores publicados hasta ahora y la línea estética que Redel ha creado, que es el mejor envoltorio para disfrutar de la lectura.
Lo que me ha movido a escribir estas líneas ha sido el reencuentro con el libro de Stanislaw Lem, Vacío perfecto, con el que Impedimenta comenzó la publicación de la Biblioteca del Siglo XXI, al que seguirían Magnitud imaginaria, Golem XVI y Provocación, aunque la pasión por la obra de Lem, conocida y admirada en el ámbito de la ciencia ficción, hace que la editorial haya emprendido la ingente labor de publicar todos sus libros.
Como Borges en su relato Examen de la obra de Herbert Quain, Stanislaw Lem se interna con Vacío perfecto en la escritura de un libro de reseñas de libros inexistentes. Escribe Andrés Ibáñez en la introducción: «Este exiguo volumen, que se lee en tres tardes, equivale, en información y en tiempo mental, a tres meses de apasionante y dedicada lectura».
En el relato mencionado de Borges hay un momento en que dice que Quain solía argumentar que los lectores eran una especie ya extinta: «No hay europeo (razonaba) que no sea un escritor, en potencia o en acto». Lo traigo a colación porque eso es algo que ha ido aumentando exponencialmente.
Para los que quieran adentrarse en el universo Lem, les recomiendo la biografía escrita por Wojciech Orliński, Lem. Una vida que no es de este mundo (Impedimenta, 2021). Pura proteína, que diría Manuel Vicent.
—Miguel Munárriz, El Periódico de España, 11 de septiembre de 2022