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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

«Una chica en invierno», de Philip Larkin

«Una chica en invierno corrobora lo que exponía Jill y confirmará su poesía: un trato exquisito del lenguaje, pulcritud máxima con la palabra y una gozosa mezcla de melancolía, amargura, tristeza y sutil humor, evitando epifanías y grandilocuencias.»

Ha tardado en calar por aquí la exquisita obra del gran escritor inglés Philip Larkin (1922-1985), al que no ayudaba la bisoñez con que lo había tratado el mundillo editorial en español. Todo cambió quizá allá por 1999, cuando los irreverentes muchachos del sello Acuarela –con Amador Fernández-Savater, el hijo al que el filósofo Savater dedicó aquella Ética fenomenal, a la cabeza– publicaron El barco del norte, el poemario con que Larkin debutó en 1945 y que daba idea de hacia dónde apuntaban sus primeros pasos, con, a sus apenas 22 años, mucho Yeats en la mochila. Tiempo después (2004) Paidós publicó una reunión de sus apasionantes críticas de jazz, una de sus mayores pasiones. All What Jazz permitió al lector descubrir a un oyente riguroso e imaginativo pero absolutamente reaccionario en sus gustos. Si se disponía la ironía suficiente para enfrentarse al cascarrabias, al provocador, se podían disfrutar ampliamente sus feroces diatribas contra Coltrane o Miles Davis: pura diversión, su poder argumentador. Lumen (que en 1989 había editado Ventanas altas) retomó el hilo en el 2007 para reivindicar al narrador en Jill, una novela con la que debutó en 1946, solo un año antes de sacar a la luz Una chica en invierno, su última novela y que ahora Impedimenta rescata por fin del limbo de lo inédito en castellano. Como casi siempre, con Marcelo Cohen a la traducción –salvo la parte de Las bodas de Pentecostés, a cargo de Damián Alou, ya estaba en el 2014 detrás de la imprescindible poesía integral, también en el catálogo de Lumen–, Una chica en invierno corrobora lo que exponía Jill y confirmará su poesía: un trato exquisito del lenguaje, pulcritud máxima con la palabra y una gozosa mezcla de melancolía, amargura, tristeza y sutil humor, evitando epifanías y grandilocuencias. En fin, con una sencillez poética que desarma, habla de la vida gris de una muchacha en una ciudad inglesa gris, algo de lo que Larkin sabía muchísimo. Una pequeña maravilla.

Por H. J. P. / redacción.