Tatiana Tibuleac presenta ‘El verano que mi madre tuvo los ojos verdes’
La escritora narra lo que ocurre un verano en un pueblo de Francia a aleksy, un pintor Famoso que entonces era un adolescente triste y resentido por la muerte de la hermana
El primer recuerdo que le viene a la cabeza a la escritora moldava Tatiana Tibuleac cuando piensa en su progenitora es una mujer leyendo. Sin embargo, en su descarnada y premiada novela «El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes», la protagonista es bajita, gorda, tonta y fea. En una entrevista con Efe, la autora de Chisinau, afincada desde hace unos años en París, deja claro desde el principio que este personaje nada tiene que ver con alguien de su familia y, simplemente, cuenta que cuando se sentó ante el ordenador le «salió fácil» esbozarlo así.
Publicada en castellano por Impedimenta y en catalán por Amsterdam, en la novela narra lo que le ocurre durante un verano en un pueblo de Francia a Aleksy, un pintor famoso en la actualidad, que en la canícula de hace catorce años era un adolescente triste y resentido por la muerte de la hermana, que odiaba a su madre enferma. Tibuleac, una experiodista también autora de «Jardín de vidrio», premio de Literatura de la Unión Europea 2019, rememora que nada más iniciar su andadura en el camino de la narrativa se sintió bien escribiendo. «Sentía dignidad, además de notar que podía impresionar a alguien, lo que no me sucede como persona que tiende al fracaso a menudo, con una comida que no me sale bien o con un grito que he dado a mis hijos cuando no tocaba», explica.
Sin embargo, creando este artefacto, dice, «me sentí bien y vi que podía escribir todo lo que salía de la cabeza, lo que me daba mucha paz». Escritora «orgánica», no rehuye que sus historias pueden olerse y tocarse, en parte, a que de pequeña vivió con gente mayor, que no tenían «ningún reparo en hablar sin falsedades de sus cuerpos, de sus esqueletos cambiantes». «Es por todo ello que mis libros son muy anatómicos, porque no pienso en el cuerpo co-mo algo que tenga que ser necesariamente hermoso, sino como algo funcional», precisa.
Cuando se le comenta que la figura de la madre protagonista puede llegar a ser terrorífica, Tatiana Tibuleac asevera: «la monstruosidad de las personas viene de la descripción que cada uno se hace de ellas, porque la madre de mi novela no es que sea mala, pero como su hijo la odia, como lectores lo que vemos, al principio, es a una mujer diabólica».
Más adelante, como la percepción de Aleksy varía «el lector también la verá de otra manera, pero sigue siendo la misma mujer, simplemente es una cuestión de que se ha girado la tortilla». Sobre el personaje de Aleksy, que no destaca por ser equilibrado, sostiene su creadora que «es y no es un loco» y añade: «a veces actúa como alguien afectado por un problema de salud mental, porque ha sido víctima de muchas tragedias, desde el rechazo de la madre, a la muerte de la hermana, mientras que en otros momentos lo que hace es decir verdades que no se pueden aceptar, convirtiéndose a ojos de los demás en un loco».
No obvia tampoco que la «crueldad» que surge de su escritura viene de su proximidad con la naturaleza cuando era niña y creció en el campo con sus abuelos. De aquel tiempo recuerda a la perfección cómo le gustaba «la simplicidad de la gente a la hora de acercarse a la naturaleza, donde hay mucha carne» y que, por ejemplo, su abuela «podía cortar la cabeza a una gallina para hacer un buen caldo y un perro era simplemente un animal útil porque era el guardián de la casa, no un accesorio». «Ahora -prosigue- todo esto se ha perdido. No le puedes explicar a un niño que vamos a matar a un animal para comerlo, porque es cruel, pero la vida es así. Me gusta el concepto de carne, no como algo lujurioso o sexual, sino pensando que un cuerpo es algo funcional y si te falta un ojo, pues no ves».
—Irene Dalmases, Diario de León, 2 de octubre de 2022