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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Vladimir Vertlib: «Para sobrevivir en la sociedad estalinista no podías confiar en nadie» – «La particular memoria de Rosa Masur», de Vladimir Vertlib – Zenda

Vladimir Vertlib: «Para sobrevivir en la sociedad estalinista no podías confiar en nadie»

La memoria de Rosa Masur es una poderosa hemeroteca del siglo pasado en Rusia. Esta nonagenaria judía desafía y supera los múltiples obstáculos que el destino le pone en su camino. Rosa nos hace partícipes de su testimonio, una experiencia personal que asumimos como universal, en la novela de Vladimir VertlibLa particular memoria de Rosa Masur. Una obra que ha tardado veinte años en ser traducida a nuestro idioma —por Richard Gross— y que ha sido publicada en nuestro país gracias a la editorial Impedimenta. La espera ha merecido la pena, pero en ese ínterin nos hemos perdido un libro poderoso, entretenido y sagaz, una crónica que se vuelve actual por la guerra de Ucrania, y que nos sirve para refrescar cómo fueron esos lodos de los que ahora vienen estos barros que nos llegan a la altura de las orejas.

La memoria de Rosa es particular por que es su historia, pero alcanza lo colectivo por los temas que toca: el antisemitismo —con los terribles pogromos en Ucrania y Rusia—, la caída del zarismo y la llegada del comunismo, el clima de delación del estalinismo, la desintegración de la URSS y el desarraigo de los emigrantes. Y es memoria porque este relato de ficción permite conservar la oralidad de esa época —en la que nadie mostraba sus pensamientos, y menos aún por escrito, por miedo a lo que podría sucederle— para que no se pierda. Ojalá —como espera su autor— este texto sirva para no olvidar lo que pasó, y que eso nos ayude a ser mejores en un futuro.»Hablé con bastante gente que creció en la época de la antigua URSS. En esos tiempos, no podías ser débil: mucha gente que era arrestada sucumbía al terror»

En La particular memoria de Rosa Masur la miseria planea como un fantasma por todo el libro. Vertlib apela a la voluntad del hombre para sobrevivir, incluso en las peores circunstancias, como ocurrió en el sitio de Leningrado. En esta obra descubrimos a una Rosa Masur que emigra de Rusia en la etapa final de su vida a un pueblecito de Alemania. En esta localidad, a la cual llega con su hijo Kóstik y su nuera Frieda, se celebran los «supuestos» 750 años de su fundación, y por tal motivo se realiza una especie de concurso para elegir representantes de todos los países y culturas que viven en la localidad para que cuenten sus historias. Rosa se gana su puesto porque ella tiene la anécdota del siglo, protagonizada por uno de los grandes líderes del siglo XX. A partir de ese momento, conocemos los avatares por los que ha pasado nuestra protagonista: las persecuciones en su aldea natal, localizada entre Bielorrusia, Polonia, Ucrania y Rusia; la caída del feudalismo, sustituido por el colectivismo; la II Guerra mundial; y las persecuciones políticas, que su familia también sufrirá.

Vladimir Vertlib sabe bien lo que es emigrar, sentirse un extranjero y hasta ser deportado. A principios de los años 70, su familia se fue de la URSS rumbo a Israel; de la tierra prometida judía fueron a Italia y Países Bajos; su siguiente destino fue Estados Unidos, de donde fueron expulsados; y de allí hasta su actual nación de acogida, Austria. Ha publicado quince novelas, traducidas en diferentes idiomas, que destacan por su fuerte carga autobiográfica. La particular memoria de Rosa Masur ganó los premios Adelbert Von Chamisso y Anton Wildgans.

Hablamos con Vladimir Vertlib de su abuela, de los caníbales de Leningrado, Stalin y la emigración en Europa.

UNA FALSA BIOGRAFÍA CON APARIENCIA DE NOVELA HISTÓRICA

Su propia familia fue la fuente de inspiración para esta novela, concretamente su abuela: «Hay mucha verdad en esta novela porque hay muchas conexiones con mi abuela, que fue una persona muy importante para mí. Ella no pudo visitarnos hasta la época de Gorbachov, cuando yo tenía veintidós años. Mi abuela me contó su historia, que grabé en varias casetes, aunque yo era muy joven entonces para pensar en escribir un libro. La novela es una ficción en la que hay partes de su vida, y también recuerdos de otros miembros de mi familia. No todo es verdad, en ocasiones tenía que conectar esas historias con algo falso, y desde la perspectiva del presente«.»Quería mostrar en mi novela ese antisemitismo de principios del siglo XX que continúa hasta los tiempos de Stalin»

La memoria sustenta la cultura judía. Un pueblo que ha permanecido, pese a las persecuciones, al contar su historia. Como hace Vertlib con los pasajes de la vida de sus familiares, que combina con testimonios de otras personas que vivieron en su época: «Mi abuela fue una mujer con una personalidad muy fuerte. Rosa Masur no es idéntica a ella, pero sí que es muy parecida. Hablé con bastante gente que creció en la época de la antigua URSS. En esos tiempos, no podías ser débil: mucha gente que era arrestada sucumbía al terror. Tenías que desarrollar una fuerza interior para resistir. Es parecido a lo que pasaba con los prisioneros de los campos de concentración que usaban el humor para sobrevivir al sentirse humanos». Al hablar sobre el sentido tragicómico de la vida que se atribuye a los rusos matiza: «Probablemente hay más gente en Rusia que conecta, mejor y de una forma más directa. con lo tragicómico que en cualquier otra parte del mundo, porque es lógico hacerlo para sobrevivir a situaciones duras. También la ironía es una herramienta para resistir. Pero yo no diría que esto es típico de los rusos como país. Me parece algo más personal, de cada individuo«.

NADIE QUIERE A LOS JUDÍOS

Hay un momento en la novela, en el cual Rosa Masur recurre a los servicios de una hechicera. Esta le dice que es la primera judía que conoce, y que le extraña que no esté jorobada porque ella piensa que todos están así: por la vergüenza que sufren al haber entregado a Jesucristo a sus verdugos. Hay más pasajes, declaraciones y personajes que apuntalan ese antisemitismo al que Rosa se enfrenta al atravesar el siglo XX. Una de las sentencias más amargas sale de la boca de un hombre que afirma: «Un ucraniano que no es antisemita está enfermo o es judío«. Los habitantes de la pequeña aldea en la que nació Rosa Masur son odiados, saqueados, y finalmente asesinados, por los diferentes invasores de su territorio: rusos, polacos, alemanes, bielorrusos…

La figura de Hitler monopolizó el antisemitismo, pero el libro de Vertlib nos da una visión más amplia de esta cruenta persecución: «El antisemitismo existía antes de la II guerra mundial y lo hizo después de ella. Sobre todo, en Rusia. Pero desgraciadamente muchas veces se asocia con Hitler; lo que ocurrió con el nazismo fue uno de los momentos más fatídicos del antisemitismo con la aniquilación de millones de personas, aunque es algo que ya había pasado en Rusia, Ucrania y la Europa del este hacía muchos años. Esta es una gran historia narrativa porque ha habido pogromos desde hace siglos. Quería mostrar esa información en mi libro, ese antisemitismo de principios del siglo XX que continúa hasta los tiempos de Stalin«.

LOS CANÍBALES DE LENINGRADO

Leningrado es una de las paradas en el devenir de nuestra protagonista. Rosa se encuentra dentro de esta ciudad cuando ocurre el episodio más oscuro de su historia, el sitio por las tropas nazis. Los habitantes de esta ciudad se comieron el engrudo del papel de las paredes, el dinero perdió todo su valor —como dice alguien en la obra: los billetes ya solo sirven para quemarlos y calentarnos o usarlos como papel de váter— y hasta se produjeron episodios de canibalismo: «Este hecho tan terrible pasó de verdad. Aunque hay que señalar que no todo el mundo se convirtió en caníbal en Leningrado. Fue una minoría. Un grupo reducido pero que causó temor porque sobre todo secuestraban a niños pequeños, ya que eran las víctimas más fáciles de raptar, matar y cocinar. Hay una historia de la novela que es real. Mi madre desapareció, cuando tenía cinco años, una mañana —había ido a un cine con otros niños pequeños—. Mis abuelos pensaban que la habían cogido para comérsela, hasta que regresó horas más tarde sin saber el sufrimiento de sus padres«.

Pero en Leningrado no solo hubo caníbales, también aparecieron hombres y mujeres valientes como nos cuenta Vladimir: «Es importante que se sepa que, además de esos caníbales, hubo muchos héroes en Leningrado. La gente tenía cartillas para los alimentos, cupones de racionamientos. Hubo familiares míos que trabajaron en la distribución de esos alimentos. Esa gente podía haberse aprovechado para comer una parte más, pero no lo hizo. Esta es la otra cara del canibalismo. Las situaciones extremas como la que se vivieron allí muestran el verdadero carácter de las personas«.

EL HOMBRE DE ACERO

Stalin es uno de los protagonistas del libro. Su gobierno ocupa la mayoría de las páginas del libro. Pero es que hasta el mismo «hombre de acero» tiene su papel, con diálogo y todo, en la historia de Rosa Masur: «Yo no viví esa época del terror de Stalin, pero tengo los testimonios de mis padres y mis familiares. También he leído mucho sobre ese periodo de la historia de Rusia. También literatura ucraniana y polaca. Lo que ocurrió es similar a lo que pasa en cualquier dictadura —me imagino que sería parecido con Franco en España—: pierdes la confianza en la policía, en la justicia, en el mundo, en tus padres…; porque nadie te protege. En esa situación hay gente débil, que cae y muere; y hay personas muy fuertes, duras, que siguen adelante«.

En la novela de Vertlib vemos cómo nadie escapa del terror estalinista. El hermano de Rosa también es víctima de las purgas. Su vecino, un anciano judío, es detenido, acusado de espiar para los nazis… Todos eran inocentes y todos eran a la vez culpables. No podía haber confesiones. Cualquier chiste, palabra inadecuada o mirada errónea podía acabar en una condena: «Para sobrevivir en esa sociedad estalinista no podías confiar en nadie, eso era lo más terrible. Incluso tus hijos te podían traicionar».

Stalin aspiraba a llegar a los cien años, pero murió el 5 de marzo de 1953. Ese día muchos rusos le despidieron en las diferentes ciudades del país. Rosa cuenta cómo tenía sentimientos encontrados: miedo por lo que iba a venir, pero también un gran alivio cuando supo que los últimos judíos detenidos habían sido liberados tras la muerte del dictador. Rosa Masur escribe: «Una vez más, nos habíamos salvado por los pelos«. Ese parece que fue el destino del pueblo judío en la historia del siglo pasado: sobrevivir en el último segundo.

EXTRANJEROS SIEMPRE, Y EN TODAS PARTES

Nadie como el autor de esta novela para comprender a los emigrantes, para saber meterse en la piel de un refugiado. Los judíos como Rosa Masur tuvieron que huir de los pogromos, algunos a otros países y otros a las grandes ciudades donde esperaban que se perdiera su rastro. La familia de Rosa intentó ir a Canadá, pero fueron engañados por los mafiosos que se encargaban de facilitar la huida hacia esa tierra prometida a la que nunca llegaron. Rosa termina sus días siendo otra vez emigrante, esta vez en Alemania: «Escribí esta novela en 1999, y para mí es muy triste ver como el problema con los emigrantes sigue presente. En ese momento tenía una visión optimista sobre esta cuestión porque pensaba que cuando yo muriese el mundo sería mejor que cuando nací; pero cuando veo la situación actual, y pienso también en momentos como la situación de refugiados en Austria —que yo viví en primera persona, porque Salzburgo, la ciudad en la que vivo, está en la ruta balcánica de emigración— que me causaron un gran shock porque ya también fui un refugiado. Son situaciones muy similares a las que viví cuarenta años antes. Estoy muy desilusionado por lo que está ocurriendo actualmente con los inmigrantes«.

Vladimir Vertlib también está muy afectado por todo lo que ha ocurrido en Ucrania. No podíamos terminar esta conversación sin hacer alusión a la guerra que ha estremecido a Europa durante este 2022: «Estoy muy impactado por este ataque, un ataque criminal, por parte de la Federación Rusa, de Vladimir Putin, contra un país independiente. Soy muy crítico con lo que pasaba en Ucrania y con su déficit democrático, pero la situación en esta guerra es muy clara: Rusia atacó y Ucrania se está defendiendo. Tengo familia en los dos países y estoy involucrado con los dos bandos. Lo que más decepcionó es que no haya habido una evolución, que Rusia siga haciendo lo mismo que hacía Stalin. Muchas cosas han cambiado desde ese 25 de febrero; yo no soy la misma persona».

—Miguel Ángel Santamarina, Zenda, 4 de octubre de 2022