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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Reseña Fábulas de robots – «Fábulas de robots», de Stanislaw Lem – La Voz de Galicia

Stanislaw Lem (Lvov, 1921-Cracovia, 2006) era esa pluma polaca que se ganaba la vida creando mundos más omplicados que los de verdad. De su mente se caían, casi sin querer, historias que abarcaban todo lo que existe o podría llegar a existir. Infinitas civilizaciones remotas, aventuras trepidantes, anhelos secretos, sentimientos profundos y ambiciones desmedidas.

Fábulas de robots es una pequeña píldora que condensa, en apenas un puñado de páginas, todas las virtudes del que escribe. Una antología que envuelve los ojos lectores. Los transporta a través del tiempo y el espacio. A un mañana que quién sabe si será, donde las máquinas han evolucionado hasta ser totalmente independientes de la acción humana. Nuestra especie es un nimio pie de página en esta biblia de circuitos y engranajes engrasados. Porque el tono solemne y distante de la narración recuerda mucho al de unas escrituras sagradas. Con sus mártires, son moralizantes moralejas y sus verdades retorcidamente incontestables.

Quizás es algo frívolo describirlo de esta forma, pero Lem es esa figura sinuosa que aúna el afán cientifista de Asimov con la imaginación salvaje de Philip K. Dick. No escribe distopías. Tampoco utopías. Simplemente utiliza la reflexión para esbozar otros mundos, otras verdades. Su mitología es tan nutrida y detallada que está llena de matices pequeños. Edifica desde lo atómico, lo diminuto. Partícula a partícula, crea un cosmos completo. Los protagonistas son los robots, pero el telón de fondo es la meditación pausada sobre cuestiones universales que son (también) importantes en este mundo y en este tiempo. El amor, la avaricia, la tristeza, la guerra, el horror o el engaño. Toda una gama de verdades, cómodas e incómodas.

Porque Lem era esa pluma que se ganaba la vida creando otros mundos. Y su vida, de principio a fin, estuvo muy bien ganada. En cada coma y cada letra.

—C.P., La Voz de Galicia, 6 de octubre de 2022