Los caminos de la literatura son un laberinto de anécdotas que conforman lo que somos como lectores, como escritores y también como personas. Si estás leyendo esta revista sospecho que está entre tus inquietudes aprovechar el tiempo para que rebose de cultura. Esta sección, «La cocina de los libros», trata de desgranar los mecanismos que rigen la creación literaria así que no debería hacer aquí crítica de libros. Pero creo importante transmitir unas pistas que puedan ayudarnos a la hora de seleccionar a qué libros dedicarnos. Porque ese tricotar de las agujas del reloj no puede ganarnos la partida. Con tanto que leer y tan poco tiempo, ¿cómo seleccionar? No es tan difícil.Repasemos las propiedades de la literatura para aprovechar sus ventajas.
La literatura posee la propiedad magnética. Es el poder para acercarnos a gente que, lluvia tras lluvia, tiende a hacerse imprescindible. Leí La historia del amor de Nicole Krauss porque me lo recomendó una amiga. Estaba avalado por Coetzee pero ella lo descubrió a través de una revista de moda. ¡Ella no lee revistas! Pero aquel era también un día de lluvia y ella tenía cita en la peluquería. Esta propiedad magnética conduce al primer consejo: escucha a esos amigos que aman la literatura como tú.
Propiedad asociativa de la literatura; los apasionados lectores formamos clubs de lectura. El club de Lectura de Librería Letras, al que tengo la alegría de pertenecer, seleccionó a Irene Nemirovski como autora
esencial. Con este club descubrí El baile, Un niño prodigio y sobre todo y para siempre Suite francesa, que además de las tramas que narra tiene una historia maravillosa asociada al propio manuscrito. Esta autora es sólo un mero ejemplo. En un Club de lectura puedes aprovechar las experiencias lectoras del resto de miembros; otros lo llaman trabajo en equipo. Consejo número dos, busca un buen club de lectura.
Propiedad de la literatura de propagarse mediante ondas electromagnéticas. En base a ella, existen a nuestra disposición un jugoso programa de televisión, Página 2, y muchos de radio, como «La estación azul» en
Radio Nacional. Página 2 me presentó a Enrique Vila-Matas, con el que coincido cada día en la literatura, en
mi vida de papel. Sólo un pero a estos programas: desconfiad de algunos libros que aparecen en las listas de
los más vendidos. A este consejo lo llamo número tres; aunque en realidad son varios; tres en raya.
La literatura, igual que la luz, posee las propiedades de reflexión y refracción cuando pasa a través de los suplementos culturales. Estos suplementos nos dan pistas de lo que se publica en el mundo editorial: propiedad de reflexión. Propiedad de refracción: la luz cambia su dirección al entrar en el agua. De este modo
los libros pueden distorsionarse, se fruncen y tensan, por aquellos que los interpretan, por sus ideales y sus
intereses. Este es consejo cuatro; ten en cuenta a los críticos, lee los suplementos culturales, pero valóralos de acuerdo a tu propio criterio. No te lo creas todo.
La literatura, como ciertos gases, puede perder propiedades en función del recipiente que lo contiene. Las
grandes superfi cies comerciales nos bombardean con pasillos de libros, expositores hipnóticos y atrayentes.
En ese recipiente se corre el riesgo de encontrar libros totalmente prescindibles que pudieran no merecer
nuestro tiempo. Sin embargo, la literatura se potencia en las librerías pequeñas. Los libreros de barrio aman
de verdad su trabajo, conocen los libros que venden y nos adivinan como lectores. Pienso en la pequeña y coqueta Librería Letras, una casita encantada de papel y palabras. Letras que cimentan emociones. Es Rivendel
hecho literatura. El valle del Unicornio con un libro inolvidable en nuestro regazo. Apasionado consejo el número cinco, compra en librerías de barrio. Allí compre El bosque animado, de Wenceslao Fernández Flores. Cada bosque por el que paseo se parece a La fraga de Cecebre y mis huellas caminan al lado de Fendetestas, del topo Furacroyos y de la coqueta Hermelinda, que da nombre a todas mis muñecas.
La literatura tiene una cierta maleabilidad, o propiedad de adaptación al entorno. Se ha adaptado a los nuevos tiempos. Es la estación Internet presidida por esa gran nube que lo alberga todo, salvo la verdadera
lluvia y la hermosura de sus gotas al caer lento. Hablo de los Blog y de grupos específicos de libros en las redes sociales. Aquí cabe más la desconfianza. Los que recomiendan sin pensar, sin criterio. O los que se obsesionan con un único género. ¡Escándalo! Pero en medio de tantas y tantas páginas, es posible encontrar una «pepita de oro de conocimientos», cito a Virginia Woolf. Así descubrí a Editorial Impedimenta. ¡Quiero leer todo lo que Impedimenta publica! Me contagio de la ilusión que desprenden en cada libro, en cada una de sus atrevidas apuestas. Su capacidad de entusiasmo conecta con mi ilusión. Cada vez que abro un libro suyo es la mañana del día de Reyes, al abrir los ojos. Y ahora podemos estar tranquilos, la verdadera literatura no está en peligro, ni es sólo una «música para malogrados», como ha postulado Enrique Vila-Matas. He finalizado hace poco La puerta de los pájaros, publicada por ellos y escrita por Gustavo Martín Garzo. La hermosura de este libro es de fondo pero también de forma; las ilustraciones de Pablo Auladell te trasladan en volandas casi tanto como el propio texto.
Su editor, Enrique Redel, lucha con su portentosa espada para salvar la tierra de la literatura de algunos
tiranos. Los que miden su éxito en cifras de ventas y que tratan a los lectores como meros consumidores de libros. Aquellos que usan como armas los grandes expositores, los anuncios que se repiten en la prensa y que pueden hipnotizarnos los días que no mantenemos firme la voluntad.
Mi voluntad no sabe de marketing y sigue fiel a Redel. Mi espada cubre su retaguardia. ¿Seré habilidosa con la esgrima? Ya he encargado, casi a ciegas, La enciclopedia de la tierra temprana para regalar a una amiga por su cumpleaños. La amiga de la que hablaba al principio de este artículo ¿Os acordáis? ¿Tendrá también la literatura la propiedad conmutativa? Consejo seis: entre todos los blog y redes sociales que batallan en internet hay verdaderos hallazgos. Selecciona y cuando encuentres un tesoro, no olvides dónde.
Otra es la propiedad de variar en función del tiempo al cuadrado. Doble función del tiempo, el que marcan las horas y el tiempo interior de cada uno de nosotros. La buena literatura permanece década tras década, inmune
a las modas. La literatura menos buena pasa su vejez desdeñada, en un pasillo de olvido y niebla. Es el tiempo que miden los relojes. El consejo siete es para los clásicos. Vuelve a ellos si acecha la duda, el ansia del desasosiego. Como antes decía, existe otra variable tiempo que está en nuestro interior y que no sabe de números ni sistemas de medida. Son nuestras emociones y el modo de enfrentarnos al mundo los que rigen
un calendario propio y secreto. De acuerdo a ese almanaque de sensaciones, los libros pueden llegar más o menos adentro. Nos susurran al oído o nos hablan de lejos. Y este es el consejo número ocho: cada libro
tiene su momento adecuado.
La literatura tiene también la propiedad de los fluidos No Newtonianos, que cambian sus propiedades de acuerdo a la presión que se ejerce sobre ellos. Y acaso sea la más importante de todas. De este modo cada libro es diferente en función de la pasión que pongamos en la lectura, del modo de enfrentarnos al libro. Cito a Enrique Vila-Matas: «La operación de leer es muy subjetiva porque si tú estás muy eufórico a lo mejor te gusta el libro más malo del mundo. Según cuál sea tu estado te puede gustar algo que no es nada bueno e igual es tu manera de leer la que lo hace bueno».
En la literatura cobran gran importancia las propiedades cualitativas, las que no pueden medirse y tienen mucho de subjetividad. Basándome en esta propiedad, permitidme que os diga de nuevo, mis queridos lectores,
que dudéis de todo lo que os he dicho hasta ahora. Tenedlo en cuenta, sí, pero juzgadlo a través de vuestro propio criterio. Ya lo dijo Ortega y Gasset: «Siempre que enseñes, enseña también a dudar de lo que enseñas». Anoto las propiedades de mi literatura en una libreta de mariposas. Notas, cientos de notas de cada libro que leo, que espero leer, que nunca hojearé, a los que siempre vuelvo y a los que nunca debería haber dedicado ni una sola tarde. Las mariposas vuelan libres. Algunas se han marchado ya definitivamente y otras se han quedado a vivir conmigo. Aprendo y vivo a través de la literatura. Así la vida es más intensa.
Por Noemí Valiente.