En su debut literario Fernando Navarro firma una colección de relatos que hacen pensar en el western
Últimamente, por no sé qué extrañas circunstancias, en lugar de escritores devenidos en escritores de guiones cinematográficos nos encontramos con guionistas y directores cinematográficos que, después de adquirir cierta fama en el mundo audiovisual, se lanzan a la escritura de novela. Probablemente tenga una explicación sociológica pero la realidad es que suelen ser obras bastante solventes y tienden hacia los mundos personales y familiares de los autores. Un campo más difícil de transcribir a la pantalla, donde hay muchos otros intereses y necesidades alrededor.
Fernando Navarro (Granada, 1980) es un guionista de éxito en el campo del thriller y el terror que se ha lanzado a la piscina de la narración literaria con un libro que reúne una serie de historias que tienen en común el paisaje semidesértico entre Almería y Granada, y un lenguaje rico y jugoso de aires sureños. Lo primero que recuerda uno nada más leer el primer relato es a una película de western, incluso el protagonista se pasea por el pueblo con dos pistolas al cinto. Pero, a cada relato, se añaden nuevos matices: inmigración, brujería, odios atávicos o bandolerismo, para acabar en un último relato, mucho más personal, dedicado al padre del narrador, que vivió las filmaciones del spagetti-western en Almería y quedó tocado para siempre de esa fantasía americana y de la magia del cine.
Los relatos discurren milimétricamente narrados y bien resueltos y el lector se encuentra en un mundo conocido y desconocido al mismo tiempo. No son relatos tipo Puertourraco, aunque bien podrían serlo; no son versiones narradas del Romancero Gitano de Lorca, aunque hay guardia civiles y Camborios en más de uno; no son western clásicos pero todo nos hacen pensar en ellos. Y es la suma de todos esos perfumes y paisajes lo que los hace interesantes y brillantes.
—Luis Ángel Adán León, La Rioja, 5 de noviembre de 2022