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Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural 2008 (Grupo Contexto)

Esquivo y misterioso: ‘La mujer zorro y el doctor Shimamura’ – Diario Criterio – 29 de octubre de 2022

En ‘La mujer zorro y el doctor Shimamura’, la escritora alemana Christine Wunnicke repasa la vida de un neurólogo japonés para reflexionar sobre el alcance de la ciencia, la memoria y las brechas culturales.

Corre el final del siglo XIX. El neurólogo japonés Shimamura Shunichi se embarca hacia Europa para entablar contacto con algunos de sus colegas como Jean-Martin Charcot y Sigmund Freud. El tema que ocupa los simposios y que se comenta en los pasillos de los hospitales es el sistema nervioso y sus trastornos. Shimamura tiene a su disposición la lengua alemana, que aprendió en la universidad, y las observaciones que anotó durante un verano en la prefectura de Shimane, donde presenció un extraño fenómeno con raíces en el sintoísmo: la posesión de docenas de mujeres por parte de zorros. En ese recorrido, él descartó la mayoría de los casos y se refugió en diagnósticos europeos, como el de la histeria. Hasta que conoció a Kiyo, la hija de un pescador, y vio como un zorro “se metía con brío en el interior del brazo izquierdo y se afanaba por llegar casi hasta el codo”

Pero Shimamura es un personaje poco fiable; su memoria oscila. Lo conocemos años después de su periplo europeo y de su verano en Shimane. Vive en el campo con su esposa, su madre, su suegra y una criada. Sufre de tuberculosis. De entrada se nos dice que en su cabeza se tejen “telarañas complejas e incandescentes”. Él mismo ya no sabe si habla en japonés o en alemán. Parece haber una disonancia entre el hombre que fue en su juventud y el que es en la adultez. Parece haber una desconexión con algunos eventos de su pasado. 

La novela La mujer zorro y el doctor Shimamura (Impedimenta), de la escritora alemana Christine Wunnicke, tiene como semilla la falta de comunicación; de ella brota todo lo demás. No solo está presente en el interior de Shimamura, que mira hacia su pasado confusamente. También está en las dificultades que él tuvo para hacerse entender en Europa, así como en las brechas culturales y científicas que separan a Japón y a Europa, y hasta en las interacciones cotidianas de los personajes, que Wunnicke sitúa en escenas marcadas por la extrañeza. En un momento, por ejemplo, Shimamura escucha a su criada cantar una canción llamada “Uyi y Kei”. Él la asocia a la epidemia del zorro, a la hija del pescador, pero su esposa le repite que esa canción no existe y que nunca ha existido. ¿Pero no la acaba de escuchar? ¿Se la habrá imaginado? ¿Se la inventó la criada? ¿A quién creerle?

Christine Wunnicke

La prosa de La mujer zorro y el doctor Shimamura es directa y algo seca, contiene muchos términos médicos. Algunas de sus 200 páginas no se leen con fluidez, quizás por cierta opacidad intencional: la elipsis y las contradicciones enrarecen ciertos pasajes. Por otro lado, su tono algo frío se extiende a la trama: cuando se llega al clímax, este se siente curiosamente innecesario, sujeto como está a la ambivalencia de la memoria de Shimamura. Es una novela, mejor dicho, donde los lectores no subimos una pendiente narrativa hacia un desenlace. Más bien recorremos una carretera incierta y rodeada de niebla, en la que no sabemos a qué atenernos ni a dónde vamos a parar. Solo sabemos, acaso, que estamos inmersos en un relato esquivo y misterioso, de difícil diagnóstico; tan difícil, quizás, como el de las mujeres poseídas por los zorros en la prefectura de Shimane.

—Christopher Tibble, Diario Criterio, 29 de octubre de 2022